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Pequeñas cosas (grandes personas)

Recorrido electoral  (59)

 En cualquier actividad que se desarrolla en la vida de forma colectiva se suman personas de distinta índole, condición y aspiración. La política tampoco en eso es distinta al resto de las experiencias de la vida. Por eso en una campaña, durante ese periodo en los que los partidos ponen en marcha su maquinaria bélica para conquistar páramos administrativos y cotas/cuotas de poder, interactúan miles de personas en las distintas sedes electorales unidas por un objetivo común: que ganen los nuestros. En Lanzarote, en estas elecciones, hay personas que encabezan 76 listas, poco más de 70 porque algunas hacen doblete y nos encontramos la misma cara ( y pies y manos y todo lo que abarcan en su cuerpo) en sitios distintos. Son los grandes protagonistas en su circunscripción. Unos más que otros, dependiendo de las expectativas de cada partido, de cada organización política. A estos,  los cabeza de listas le siguen un montón de candidatos, que agazapados detrás del líder, buscan un echadero público remunerado y otros simplemente que se les vea, que se sepa que están ahí, con esas siglas, con esa gente, para lo bueno y para lo malo. Saben que van en puesto de no salida, salvo aquellos que están en la frontera o que son colocados en el puesto no previsto por unos malos resultados no esperados o por todo lo contrario saltan del compromiso a la gestión pública.

En Lanzarote, 1278 personas, en realidad son unos cuantos menos porque hay quienes repiten por ambición personal  y otros para rellenar por necesidad logística, sin contar suplentes, se arremolinan en las listas, se registran y aparecen repartidos en esas 76 papeletas distintas que inundan buzones, terrazas y papeleras. En definitiva, son las papeleras las que más papeletas reciben y no porque su boca sea mayor que la rendija de la urna sino por la lógica de que cada partido nos hace, como mínimo,  una papeleta para cada uno y nosotros entre ese montón de candidaturas elegimos una y el resto va a parar al contenedor de papel, cartón y demás productos de celulosa.

La tropa

Pero detrás de esos nombres ( o no detrás, sino entre ellos, de forma casi invisible), está la tropa de los distintos partidos. Un montón de personas  que durante la campaña siguen haciendo su vida normal pero acaban en la sede electoral a la hora que buenamente pueden haciendo un esfuerzo, atendiendo su compromiso con sus ideas y proyectos. Siguen madrugando para prepararles el desayuno a sus hijos, les llevan al colegio y se van a su trabajo o vuelven a su casa donde les espera más trabajo doméstico. Atienden sus facturas, van a la compra y ponen gasolina a sus vehículos como siempre. Pero están más excitadas, están mirando el reloj, respondiendo al teléfono más que otras veces  y se sienten parte de un proyecto que estiman ilusionante.

Después de superado el ajetreo diario, ella/ él como otros dos mil personas más en toda la isla se disponen a ir al partido, a la sede o al mitin. Depende lo que toque ese día, porque los gregarios electorales están para todo. Lo mismo hay que hacer café que pegar carteles. Igual hay que estar animando al candidato, que recibe con decepción los últimos resultados de los sondeos, que comparten mirada cómplice con aquel nuevo o nueva que aparece para ensobrar y que tiene un contacto especial. En una sede electoral, donde la erótica del poder está todavía en el umbral de la pobreza, puede pasar cualquier cosa. Como en cualquier sitio donde coincidan dos o más personas, aunque sean del mismo sexo, si se despierta el apetito mutuo. Para miles de personas, cada cuatro años, las elecciones son mucho más que ruido electoral, mensajes y votar el día D. Lo viven como una fiesta, no exenta de esfuerzo y sacrificio, pero tampoco de tensión de la buena, camaradería y entusiasmo.

Para algunos, es la única oportunidad que tienen de sentirse parte de un proyecto. De hacer algo porque les gusta, porque lo sienten o porque lo han mamado en su familia desde los tiempos en que pertenecer a un partido era un delito y participar en unas elecciones un imposible. Es verdad que también los hay que van allí esperando que si suena la campana del gobierno les toque algo, ya sea una ayudita, un enchufe para él o para el chico o chica "que lo tengo en casa arrimao sin hacer nada de nada" o para que alguno de los organizadores del cotarro, uno de esos que sí viven del cuento este, les de unos euros o les lleve de juerga y de comilona. En la viña del Señor hay de todo. Y en la de los partidos también, como en la vida misma.

Pero a los que nos gusta el periodo electoral, que es como la primavera de la democracia, nos entusiasma ver ese ajetreo que se da en las sedes, donde pequeños y grandes se mezclan (pero sin confundirse, que no nos debemos llevar a engaños) en busca de un objetivo común, unidos hasta el día de la elecciones. Después cada uno vuelve a su normalidad. Pero esos días comparten sintonías, risas, sobres y carteles. Se intercambian cafés y comparten momentos de charla mientras se entongan los sobres con las papeletas. Se cuentan historias que han pasado en la calle, se insulta a los rivales políticos  y se discuten estrategias que son vistas de forma distinta. A veces también hay piques porque uno/a le dice al otro/a que acaba de meter la papeleta del Cabildo en el sobre del Ayuntamiento, que tenga cuidado que eso es voto nulo. "El nulo eres tú, que no sabes si no meterte en lo que hacen los demás y tú no has ensobrado nada y ya te has acabado por dos veces la ración de pan con chorizo que han traído los chicos. Todos los años, lo mismo, siempre igual el pazguato este ", contesta el atormentado despistado mientras saca al candidato al Cabildo del sobre equivocado y lo mete, con la cabeza gacha, en el suyo.

A toda esa gente que están hoy sudando la gota gorda porque se acaba el tiempo y todavía quedan miles de cosas por hacer, mi más sincera felicitación porque en ese montón de pequeñas cosas que ellos  hacen se esconde el secreto del funcionamiento electoral, el compromiso en construir un mundo mejor y la entrega a una causa que puede ser equivocada pero que nunca debería ser prohibida.

Animo, compañeros, que el día 24 ya está ahí con la respuesta a tantas angustias. Lo importante es que el trabajo ya estará hecho y el camino recorrido. Y para ustedes, como la vida misma, lo importante no es el resultado (que también, que sí)  sino disfrutar del camino, vivir la experiencia solidaria con un montón de gente que quiere lo mismo que tú, que cree en lo mismo que tú, que te hacer sentir tan grande como la suma de todos juntos. Sí, pequeñas cosas; Sí, grandes personas.

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