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“Mi sueño es ser alcalde”

Me miró con aquellos ojos grandes y alegres que tiene y me lo soltó a bocajarro. Sus palabras no me sorprendieron, pero él lo decía como si estuviera desvelando la solución total a los problemas de la humanidad. “Mi sueño es ser alcalde”, soltó convencido, con entonación mitinera y de presagio universal. No dije nada. El calló también, esperando una respuesta a su revelación. Seguí callado. Él también. Entonces, entendiendo que me había hecho rehén de su desafío, me planté reproduciendo sus elocuentes gestos y gritando también mi sueño. “Mi sueño es vivir en Marte”, dije convencido.

Su rabia brotó con el mismo entusiasmo de él, dejando escapar un hilito de saliva a la vez que masculla: “Eso es imposible, además de una bobería. No te tomas nada en serio. Estoy hablando en serio”. Le volví a mirar, ahora, de forma desafiante. “¿Realmente crees que es serio soñar ser el alcalde? ¿Realmente crees que los sueños deben ser realizables? ¿O simplemente querías decir que quieres ser el alcalde, que te encanta sentirte fuerte, mangonear el dinero ajeno y someter a la gente con sus propios impuestos? ¿Es eso lo que quieres decir? ¿Acaso hablas de un sueño superficial, más propio de un duermevelas que de un estadista?”. No me contestó, se fue. Se fue y no me contestó. Y ahí sigue soñando lo que la realidad le niega para bien de sus vecinos, de su comunidad y de su prestigio personal.

Quieren ser alcaldes, sueñan con ser alcaldes. El sueño de la gente como mi amigo, ¿o ya no es mi amigo?, es vestirse de alcalde, coger el bastón, presidir los plenos, llevarse a casa el sueldo de alcalde, hacer favores a los amigos del alcalde y, si toca, llevarse las comisiones y prebendas que corresponden al alcalde. Son personas que están más preocupadas por quién se adjudica las obras que por las obras en sí mismas, en ser reelegidos que en aprovechar los tiempos para solventar los problemas. Quieren, sólo, ser alcaldes, ocupar el sillón y cargar con el peso de las prebendas. Sueñan con ese papel. Ese es el sueño, el objetivo, su razón de ser. Se sienten realizados y afortunados desde que tocan la varita municipal que utilizan para darse placer personal y no para solventar los problemas de los vecinos.

No, no y no. No quiero de alcaldes a personas que soñaron ser alcaldes, hombres o mujeres que sólo pretenden estar un escalón por encima de sus semejantes.  No es esa mi idea de la política, ni de los políticos. Y es de eso de lo que estoy cansado después de unas cuantas décadas viendo políticos de cerca. Personas que sueñan con levitar para atar en corto a su pueblo, para darle rienda suelta a sus despilfarros frustrados, para hacer lo que les da la gana, para amargar, hipotecar y embargar a sus propios vecinos que, desde el día de su elección, pasan a ser esos pequeños diablillos que hay que engañar y convencer a la vez para mantener el cargo. No quiero eso, no. Ni voy a darle alas a los sueños de ninguno.

Un buen aspirante a líder no sueña con ser alcalde. Tiene pesadillas insomnes con los problemas de sus amigos y vecinos. Un buen gobernante no tiene en el cargo el sueño o el objetivo sino que lo ve como un medio. No quiere el bastón para rascarse la espalda en su hastío de vago redomado sino para utilizarlo aquí y allá para presionar y exigir que se solucionen los problemas. No se recrea contando su sueldo, dietas y comisiones sino que lucha por amortiguar las diferencias económicas de sus vecinos con un plan de armonización de rentas. No se despierta mirando de reojo a sus vecinos y amigos temiendo que les desvelen sus jugaditas urbanísticas y pelotazos varios sino que les lidera para implicarlos en una gestión transparente y eficaz. Sinceramente, no entiendo cómo un hijo/a cualquiera de vecina del pueblo común se separa de esa realidad para, abusando de lo que es de todos, llenar su barriga matando de hambre y negando oportunidades a sus semejantes. A sus familiares, vecinos, amigos y más gente de buen ver.

¿Qué no hay ninguno así, diferente, me dices? Pues más razón para buscarlos. Y que los otros sueñen otras cosas. Que la administración no está para hacer realidad los sueños de un alcalde sino para favorecer que la comunidad, todos los vecinos, lo tengan más fácil para vivir y soñar sin complejos. Ya sé que te parece un sueño. Pero de eso se trata, de que en los sueños aparezcamos todos, y  no sólo cada uno con sus enfermizos traumas de que hay que salir del hoyo pisando a todos los demás. Sueña, pero no te quedes dormido, que mañana hay pleno.

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