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Elizabeth

Tiene nombre de mujer pero no es una mujer. Aunque su nombre tenga que ver con una inglesa que apostó muchísimo porque el sueño de sus creadores, Juan Ángel Álvarez y Antonio Rodríguez, dos jóvenes emprendedores de mi pueblo de Tías en los años 80, fuera una realidad hermosa y llena de éxitos, como se demuestra ahora, treinta años después.

Se trataba de crear una empresa de alquiler de vehículos para prestar servicios a los turistas que llegaban a la isla a tropel. Eran años, todavía, donde había enormes huecos en la explotación de actividades económicas en Lanzarote. Era una realidad sin definir en una continua entrada de turistas. Se palpaba el negocio en cualquier lugar; ya fuera en la construcción, poniendo un bar o una tienda, vendiendo frutas en la Avenida o polos en la playa. Había muchas cosas por hacer, se estaban haciendo muchas cosas.

 

En aquellos años, la mayoría de los jóvenes mi pueblo, entre ellos, los de mi generación , y la de Juan Ángel y Antonio, que son unos años mayor que yo, dejaron atrás el campo, la cebolla y el tomate, y se embarcaron no a la costa africana sino a la costa de La Tiñosa. Allí, como freganchines, lavacoches, camareros, hamaqueros, botones, jardineros o lo que hiciera falta aprendieron lo que era una nómina. Aprendieron a ganar dinero, a tener un sueldo al mes, un horario de trabajo y hasta  a "chapurriar" el inglés y el alemán.

Se acabó calzar tomateros, sulfatar cebollas, aceptar las exigencias de intermediarios abusones y vivir de fiado hasta que llegaba la paga de la zafra. Si llegaba, que esa era otra. Si no llovía, los madrugones, el regar los semilleros, ahoyar para plantar o correr para calzar los tomateros antes de que los partiera el viento no servía para nada. Si al intermediario le iba mal, aunque lloviera, también se corría el riesgo cierto de no cobrar. De seguir de fiado, si lo permitía el tendero, y lleno de necesidades. Con esas estrecheces acabó el turismo y la paga mensual generalizada. Pero hubo algunos, unos cuantos buenos en Tías, que no se conformaron y explotaron su vena emprendedora. Que se arriesgaron y acertaron, como Juan Ángel Álvarez, que, desde la parte alta de Tías, veía Puerto del Carmen como un mundo de oportunidades, no sólo como lugar de trabajo.

En 1986, bajo la marca Autos Elizabeth, el sueño toma forma de proyecto empresarial. Los dos primos, Juan Ángel y Antonio, compraron diez coches y arropados por el sector, con gente como la familia Pérez, de la que forma parte la simpática inglesa, desde un diminuto local, propiedad de ella también,  y haciendo de todo y trabajando jornadas sin fin, entraron en el mercado con agencia propia. No fue fácil, el mundo empresarial es muy exigente, más cuando se afronta sólo con ilusión, con poco dinero y gran desconocimiento. Pero Juan Ángel supo sobreponerse a la adversidad, incluso, de tener que seguir adelante sin su primo, cuando llegaron las diferencias de cómo continuar unos años más tarde.

Lejos de achicarse, con los años, convirtió la empresa en un gran proyecto familiar. Donde se embarcaron también  su esposa y sus dos hijos. Poco a poco, aprovechando los buenos tiempos económicos y protegiéndose bien de los adversos, remó con tino, arriesgándose lo justo para crecer, para ganar tamaño competitivo en el sector, pero sin volverse loco, pegadito a su propia realidad, evitando copiar proyectos mayores de otros que acabaron, luego, desparramados y sin nada. No, poco a poco, confiando en la gente, dejándose llevar por sus sensaciones, compartiendo las decisiones con su familia,  trabajando con honradez y templanza, ha conseguido hacerse un nombre. Que Autos Elizabeth pase a internacionalizarse con el nombre Elizabeth Rent a Car, que la niña de sus ojos ya sea el proyecto vital de sus hijos Ángel David y Carolina, que ven en los cuatrocientos vehículos de su actual flota,  no sólo una oportunidad para mantener a sus propias familias, sino una oportunidad para crear riqueza y trabajo sin salir de casa. Se han formado intencionadamente y tienen la misma ilusión que su padre allá por los años 80. Pero ellos tienen quién les asesore, una experiencia, patrimonio y una flota competitiva. En definitiva, tienen a Elizabeth, una empresa que celebra sus treinta años sin  perder la sonrisa de la inglesa que les inspiró.

Si estuviéramos en América, a Juan Ángel lo llevarían por los colegios de su comunidad para que explicará su experiencia exitosa y diera las claves de cuándo y por qué decide uno dejar una nómina segura y, a contracorriente de amigos y compañeros, abandonar una empresa grande para crear la suya propia. Pero estamos en Tías, esto no es América. Aún así, muchos te consideramos, al igual que a otros muchos de nuestro pueblo, que hicieron de la necesidad una virtud, un ejemplo.

Juan Ángel y familia, felicidades. Adelante, Elizabeth, la empresa sigue siendo un reto.

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