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Francisco José

La radio es un mundo que nos invade sin darnos cuenta, sin tregua. En casa, en el coche, en la calle, en el bar, en la playa sus ondas nos llegan de forma esperada o inesperada desde hace más de un siglo. Y a pesar de los avances tecnológicos, de la aparición de la televisión y, después, internet con su enganche y enredo de redes, la radio sigue sonando con fuerza y haciendo populares a su gente. En Lanzarote, una de esas personas que ha sabido colarse en nuestras casas y en muchísimos corazones, a través de sus ondas, ha sido el locutor Francisco José, genio y figura de espacios populares. Especialmente en Radio Lanzarote, desde la época de su exitosa Ronda de los años 70, donde amados y otros pretendientes se dedicaban canciones y buenas intenciones con la voz amiga de Francisco José, el locutor que ahora se retira después de 44 años de micrófono, "marcos incomparables" y otras historias menudas que él agigantaba con su reconocida parsimonia y facilidad de palabra local.

Pegado al terruño y al micro, Francisco José, que no necesita ni el Navarro ni el Rodríguez,  sus apellidos, para que le identifiquen al minuto toda esa multitud de murgueros, folcloristas, músicos y amas de casa de toda índole que está acostumbrada a tener en sus ceremonias más preciadas al vecino de San Bartolomé que no se conformó con su "calle encantada" para encantar a toda esa prole de sentimiento hondo y arraigo insular.

Es hombre de otra época. Del Lanzarote de alpargata, de batatas en su pueblo, de tomates y cebollas en media isla, y jareas y gofio que supo engarzar con los tiempos nuevos recordando, un día sí y otro también, sus vivencias de niño en una isla pobre, como locutor ante una audiencia que sucumbía atraída por los aires de cambios, de democracia, turismo y también de mejor alimentación y más formación. Pero seguía teniendo su hueco en la radio, donde su voz se escapaba a veces desde las salas de control, donde ejercía también con la maestría que dan los años y conocer tan bien los viejos equipos como a los presentadores, en muchas ocasiones dueños del cotarro y de la nómina, en los momentos más inesperados, aunque siempre a petición del  compañero locutor de turno (o no siempre, que el pico es tan de oro como la insignia que recibe ahora del Cabildo).

El ya desaparecido Agustín Acosta le convirtió en su gallo despertador de políticos y protagonistas de las jornadas dando los "Buenos Días" antes del amanecer y alguna vez dejó escapar también alguno de sus "kirikikiiii" en medio de sus vacios inesperados buscando su opinión y confirmación. Aún así, dejó la radio a principios de los noventa para atender lo que creía que era su sueño de la época, renunciando a veinte años de antigüedad y a su corral lleno de voces y protagonismo para disfrutar de lo que entendió que era "su dorado".  Pero sin su micrófono, sin su carpeta publicitaria, sin su sala de control,  se aburrió y volvió, de nuevo, con una enorme humildad a continuar su labor con más fuerza y éxito. Apostó por los hijos, cuanto tuvo que decidir, y se mantuvo en la que fue su casa hasta hace unos días, durante más de cuarenta años.

Supo marcar su estilo, aceptar sus carencias, y expresarse de la forma con la que muchos del Lanzarote de siempre se identifican. No aspiraba a mucho más. Tampoco a mucho menos. Posiblemente sea la mejor manera de definir un éxito personal.

¡Enhorabuena, Francisco José! Disfrute usted del merecido descanso.

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