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Vox por Ciudadanos

La repetición de elecciones, siete meses después, sólo ha servido para demostrar que los electores también se cabrean con las indefiniciones de sus representantes. Que están dispuestos a echar más leña al fuego, si los políticos se ponen en modo “intolerante”. Ya es bastante la enseñanza si, repetidas las elecciones, apenas Vox estaría dispuesto a volver a las urnas a corto plazo. Por ejemplo, el PSOE creyó que volviendo a las urnas saldría reforzado y perdió casi un millón de electores y tres escaños. Convocó elecciones para resolver, a las bravas, la situación de bloqueo y sale de las elecciones con una situación más difícil y con un Congreso de los Diputados más fragmentado, donde no sólo tiene menos representación y ha favorecido que creciera el ultraderecha Vox, sino que ha aumentado el número de partidos en la Cámara. Se podría decir de muchas maneras que es mejor “un mal acuerdo que un buen pleito”, pero pocas serían tan evidentes como esta. Y si no que le pregunten a todo Ciudadanos o a su ya exlíder.

Vista desde el gobierno en funciones, la situación no puede ser más adversa. Pedro Sánchez convocó las elecciones convencido de que tendría una mayor representación y que se quedaría con la mayor parte de los votantes de Ciudadanos, si este partido se estallaba como una pita. Y no fue así. Ciudadanos perdió millones de votos y bajó de 57 a 10 escaños y el PSOE dejó por el camino también casi un millón de votos y 3 escaños. Además, llamó a la izquierda a participar masivamente para impedir el crecimiento de la derecha más radical y no sólo aumentó la abstención sino que VOX dobló sus escaños y asciende a ser la tercera fuerza política  con representación en el Parlamento. En definitiva, que Pedro Sánchez amenazó a Rivera con convocar elecciones para dejarle sin votos por no pactar con él y  lo cambia por Vox, con el que no habría forma de pactar nunca. Además, si ya no fuera suficientemente evidente la equivocación de cabrear primero a los españoles y después convocarles a unas nuevas elecciones, tiene a un PP que se le acerca peligrosamente al recortar los 57 escaños que le separaban a 32.

Está claro que no se ha desbloqueado nada. Está claro, además, que el PSOE sale peor de lo que estaba de estas elecciones. Está claro que Vox se instala para quedarse durante mucho tiempo en la política española y coge el testigo (y sus votos) de Ciudadanos, que tendrá que luchar por su supervivencia. Está claro que el PP de Casado recibe un balón de oxígeno con su discreta recuperación, a la vez que se hace realidad la amenaza de Vox para sus pretensiones de crecer por encima del PSOE. Pero también es evidente que con estos mimbres habrá que hacer un gobierno, porque nadie, más allá de VOX, está dispuesto a salir de caza, a corto plazo, en busca de mejores resultados. Y eso, los intereses propios de los partidos, sí que tienen peso en sus líderes.

Pero no se puede hacer de cualquier manera. Y cada uno está valorando, con detalle, como una u otra solución afecta a sus intereses partidistas. Por ejemplo, el PP sabe que su colaboración en la solución tiene que ser muy bien calculada para no provocar fricciones en su voto más de derecha, que Abascal ronda con vestimenta de montería. Tampoco le interesa desentenderse del todo porque eso podría llevar al PSOE a alianzas peligrosas. Para ellos, lo mejor sería un gobierno sin independentistas catalanes, con un largo sumatorio de partidos, donde ellos, incluso, les podrían echar una mano para que la investidura de Sánchez saliera en la segunda vuelta. Con ello, lo que buscan es un gobierno complejo en una legislatura corta. Que en dos años o tres, el PP se puede armar lo suficiente para ir a unas elecciones con mejores expectativas. En el caso de Ciudadanos, todo apunta a que sus diez diputados estarían en ese sumatorio, si eso evita unas nuevas elecciones y le dan un poco de tranquilidad para afrontar su reconstrucción y buscar un nuevo líder y una nueva estrategia con la que intentar permanecer en un espacio político que se les complica mucho.

Un gobierno sin el apoyo de independentistas catalanes y sin el PP y Vox parece que sería la solución más viable para una legislatura corta donde se aprueben los presupuestos. El PSOE se tendría que romper la cintura negociando en pactos multilaterales con Ciudadanos y Podemos, como extremos ideológicos, y Más País, los nacionalistas vascos, canarios y restos de partidos “monoparlamentarios” de Cantabria, Teruel, Galicia y demás que se quieran sumar. La opción de la gran alianza PSOE – PP no parece viable teniendo a Vox acechando para monopolizar, con la demagogia y el populismo que ya domina, la oposición.

 El PP sabe que tiene que colaborar, pero sin que se note demasiado e intentando que todo acabe pronto, pero no de forma inmediata. Ahí está la cosa. No hay para más. Y claro que la situación es mucho peor. Con solo pensar que hace un mes era posible un gobierno, apoyado por mayoría absoluta (123 +57= 180 (+4)) del PSOE y Ciudadanos con ideologías muy cercanas y complementarias es para tirarse por los pelos. Aunque lo mejor, ahora, es usar la cabeza para trabajar con lo que hay. Por mucho que sea el fruto de la equivocación de casi todos y muy especialmente, del gobierno, del PSOE, y, más directamente, del propio Pedro Sánchez.

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