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Partidos por el Eje (Oriental)

Fue como un visto y no visto. Se saludaron, se reunieron y siguieron unos con su rutina y los otros se volvieron a su isla para reencontrarse con la suya. No creó debate, el encuentro acabó en una nota de prensa con varias fotografías y nada más. Me parece muy poco para un camino que tiene un enorme recorrido. Les escribo, que no lo he explicitado todavía, de ese encuentro entre los equipos de gobierno de los cabildos de Lanzarote y Fuerteventura, liderados por los presidentes socialistas Dolores Corujo y Blas Acosta, que son, a su vez, los secretarios generales del PSOE en ambas islas.

El encuentro ha pasado sin pena ni gloria. Se ha quedado en una más de esas muchas visitas que se prodigan en las instituciones públicas como parte de esa escenografía que garantiza presencia mediática y da sensación de trabajo político. Nada más.

En la nota de prensa se daba cuenta de que los grupos de Gobierno de los Cabildos de Lanzarote y Fuerteventura han mantenido diversas reuniones de trabajo en la institución insular lanzaroteña. Dijeron que esta reunión obedece al acuerdo alcanzado entre la presidenta insular, María Dolores Corujo, y su homólogo, Blas Acosta, para “coordinar acciones conjuntas en determinadas áreas estratégicas para ambas islas”. La intención de ambos responsables insulares es que “estas reuniones se mantengan en el tiempo, con la periodicidad que aconsejen las circunstancias”.

“Áreas estratégicas”, “con la periodicidad que aconsejen las circunstancias”, todo muy indefinido, como si la reunión se cogiera más como un encuentro de compañeros de partido que como los máximos representantes públicos de las dos islas más cercanas, exceptuamos La Graciosa, del archipiélago y con más parecido físico, económico y social y, ahora también, político.

Es verdad que no es la primera vez que los cabildos de Lanzarote y Fuerteventura se reúnen y ponen en valor sus coincidencias y necesidades comunes. También su fortaleza parlamentaria con su potencial representación en la Cámara Regional. Pero antes estaba más enfocada a nivel orgánico de CC, parecía una forma de inyectarle poder a la versión de centro izquierda de los nacionalistas, que está asentada en toda la extensión de las dos islas de los mahos. Hasta la denominación de Eje Oriental, en alusión a las islas de acá, parecía un guiño izquierdista frente a los aliados de las allá. Ahora, con la entrada de lleno del PSOE, por partida doble, en la jugada oriental, ya deja de ser una cosa de partido para entrar, como mínimo, en la esfera de partidos, en plural. Aunque, claro, la cuestión debería asentarse de forma plena en el marco institucional, con los cabildos como motores estratégicos.

Estos encuentros políticos e institucionales de Lanzarote y Fuerteventura no deberían quedarse en pasar un rato agradable e intercambiarse las fotos de ida y vuelta.

Todo apunta a que las aspiraciones son todavía meramente de apoyo estratégico para hacer un frente común y ayudarse a la hora de pedir frente a las resistencias de otras islas mayores en el ámbito del reparto de la tarta regional. Pero no debería ir sólo de eso. Que sí, que eso está bien y sería un adelanto importante. Pero no es lo único y quizás ni lo más trascendente.

No es nada fácil poner la isla por delante de la partitocracia, de la obediencia debida y de los compromisos internos, que garantizan corrientes favorables para el ascenso y evitan caídas dolorosas en las listas electorales. Ni tan siquiera se ha conseguido en cada una de las islas romper las dinámicas de partido para entrar unidos en las reclamaciones de las necesidades más urgentes. Así que todo se debe construir con pies de plomo y realismo verdadero, dejando el mágico para la literatura.

La conveniencia de trabajar los dos cabildos conjuntamente ayudaría a dar respuestas mucho más certeras a los retos que tienen dos territorios que podrían ser uno solo. Ni tan siquiera, en el escenario de lucha contra el cambio climático, necesidad de protección del territorio y para profundizar en la sostenibilidad económica, me parece un disparate la apuesta que hacen los majoreros de la otra orilla de la Bocaina por hacer realidad el viejo sueño de que el hombre una, lo que la naturaleza separó, a través de un puente que pusiera tierra por medio donde hoy hay un trasiego de barcos, mercancías y personas muy importante. Por supuesto, lo hago con la premisa nueva, no se la he oído a nadie, de que sirviera para poner una moderna y eléctrica red de ferrocarril que uniera norte de Lanzarote con el sur de Fuerteventura. La dimensión de ambas islas juntas, tanto económica como física, sí harían justificable un despliegue de estas características, que absorbería, en gran parte, el abuso de coches y barcos que contaminan hoy las dos islas y no siempre de forma silenciosa.

La existencia de un tren moderno, de pasajeros y carga, de forma conjunta o alterna, permitiría vivir en Gran Tarajal, por ejemplo, y trabajar en Playa Blanca o Puerto del Carmen. Cien kilómetros de distancia, un tren moderno, con sus respectivas paradas en las principales poblaciones, los recorrería en una hora mal echada. Más o menos lo que se tarda en ir en este mismo sistema de transporte público de Zürich a Basilea, en Suiza, y son muchos los trabajadores que se desplazan todos los días de una ciudad a otra para trabajar. Además, el hecho de la existencia de ese tren entre ambas islas solucionaría el problema de transporte público, con la opción menos contaminante y más segura, en el interior de cada isla. Un vecino de Arrecife no sólo podría ir en este medio a Corralejo, o a Puerto del Rosario, sino que podría apearse en el aeropuerto, Puerto del Carmen o Playa Blanca por un módico precio.

El puente-túnel de Oresund, que une Selandia, isla en la que se encuentra la capital danesa Copenhague con Malmo (sur de Suecia). El túnel tiene una longitud de 4.050 metros, y parte de la zona danesa hasta llegar a la península artificial de Kastrup. Ahí sale a la superficie y toma el relevo un puente de 7.845 metros.

Ya sé que habrá muchos echándose las manos a la cabeza, y que sentirán sus melenas preciosas encima de neuronas anquilosadas, pero ni es una locura ni es nada nuevo para dimensionar territorios insulares. Caro sí que es, carísimo, si se quiere, pero las nuevas interpretaciones que tendrán que hacerse de las deseconomías externas a cuenta del cambio climático harán no solo viables sino imprescindibles proyectos ambiciosos como este.

A los incrédulos les mandaría a visitar Dinamarca, un país nada sospechoso de ser chapucero, poco ecológico ni pobre. Es un país Dinamarca, un país escandinavo, que abarca la península de Jutlandia y varias islas. Está conectado con Suecia a través del puente de Öresund desde su capital, Copenhague, que está en la isla de Selandia, que a su vez está conectada con otra isla, Fionia, con un puente, que también está conectada con otro con la parte continental danesa, Jutlanfia, al norte de Alemania. Lo que era un país troceado por el Mar Báltico hoy no sólo está unido por una potente red de transporte sino que, además, la ha hecho extensible a un país vecino, Suecia, a través Malmo, con un combinado de túnel subacuático, isla artificial y puente realmente espectacular. No pongo en duda las incomparables magnitudes de aquello con esto, pero no es nada desdeñable una zona con cerca de 300.000 habitantes ( casi la población de otro país nórdico insular, Islandia) y unos 5.000.000 de turistas anuales, con los movimientos y economías que eso significa y  su importante huella de carbono.

La unión física, a través de una solución que transmitiera sostenibilidad y competitividad al conjunto del territorio oriental, debería estudiarse con seriedad. No para mañana, claro, pero sin dejarlo para pasado mañana, o para el siguiente y subsiguientes. Estas soluciones quitarían presión habitacional a Lanzarote, permitiría con ello proteger con más rigor los espacios naturales, usar de forma más eficiente los recursos y distribuir de forma más justa el trabajo y la movilidad voluntaria de los trabajadores, ya que no tendrían que cambiar de residencia para trabajar en la otra isla.

Sé que muchos rechazan la idea con solo pensar en el impacto visual. Como si un puente en sí no pudiera ser, además de una obra de ingeniería colosal, una obra arquitectónica y artística igualmente espectacular. A veces hay que pensar en grande y de forma distinta para solventar los problemas que tanto nos asustan y a los que no vemos solución. Y también hay que provocar a los demás a madurar planteamientos que nos den alternativas a lo que lo que no quieren pero satisfaciendo las demandas en las que sí coincidimos todos. Pero desde un realismo verdadero. Dejemos, repito, el realismo mágico en la cúspide literaria donde tan bien reluce y encanta.

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