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Generación regalada, una generación regalada

Hay circunstancias y situaciones en la vida que hace que por un momento paremos y reflexionemos si la vida que estamos llevando, nuestro estilo de vida, nos hace realmente felices.

La situación de confinamiento que todos estamos padeciendo la podríamos aprovechar como un momento de reflexión.

 Debemos aceptar que somos una generación regalada, una generación que seguro que hemos realizado muchos sacrificios personales pero, salvo excepciones, ningún gran sacrificio colectivo, no hemos luchado en ninguna guerra, no hemos sufrido ninguna posguerra, sólo nos “preocupamos” por el resto cuando nos bombardean con alguna campaña los medios de comunicación o en las redes sociales; enviamos dinero, lavamos nuestra conciencia pero que el trabajo lo haga otro.

Para nuestra sociedad prima el consumismo y la productividad, el hacer por hacer sin sentido.

Contemplo como nuestra generación y la que nos sigue, sino ponemos remedio, poco a poco nos vamos deshumanizando. Llevamos un ritmo de vida frenético que sólo nos lleva a perder valores y al aislamiento cada vez más los unos de los otros.

Estos días podemos seguir conectados con el mundo, consumismo más información que nunca, los grupos de WhatsApp revientan de mensajes y en las redes sociales encontramos tantas formas de entretenimiento como gustos personales hay. Pero no nos llena seguimos aburridos, agobiados, nos entristecemos y hasta llegamos a deprimirnos.

Entonces ¿qué nos falta? ¿qué necesitamos?

Necesitamos el contacto físico, los abrazos, los besos, las sonrisas, el mirarnos directamente a los ojos cuando hablamos, el cogernos del brazo y pasear agarrados por la calle, todo lo que nos hace más humano, lo que nos deferencia de muchas especies de animales.

Vamos a buscarle algo positivo a este encierro y aprovechemos para estar con nosotros mismos y recapacitemos sobre que hemos hecho con nuestra vida.

¿Es éste el estilo de vida que nos hace realmente felices?

Hagamos que este sea nuestro punto de inflexión.

Que a partir de este momento disfrutemos sin prisas de nuestras familias y amigos.

Que cuando vayamos de viaje disfrutemos de los lugares que visitemos y de sus gentes, que hagamos turismo de verdad y no una carrera contrarreloj para “ver” más sitios en menos tiempo.

Que disfrutemos del momento de cocinar, de comer y sobre todo de la sobremesa.

Que pensemos sin tantas actividades extraescolares son necesarias, pensamos mucho en el futuro de nuestros hijos pero poco en que disfruten el presente.

Cuando llega una enfermedad o una pandemia vemos que ataca a todos por igual no mira situación económica, status social, religión o ideología, por lo tanto demuestra que todos somos iguales y todos acabaremos nuestra vida de igual manera.

Reflexionemos para que cuando recuperemos nuestra vida cambiemos, lo que haya que cambiar, y volvamos a ser plenamente felices y sobre todo más humanos.

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