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A la sombra del Risco

Caminata por el sendero de Las Gracioseras para disfrutar de la belleza paisajística del Parque Natural y comprobar la dificultad de este macizo   

 Lanzarote es una isla eminentemente llana, pero no toda. En el norte, se encuentra el principal macizo montañoso, conocido como el Risco de Famara, con unos impresionantes acantilados y donde se halla también la máxima altura de la isla, las Peñas del Chache, con 670 metros. Se extiende a lo largo de 23 kilómetros y constriñe, con la ayuda del mar, una pequeña superficie de la isla, que se encuentra aislada y sólo tiene acceso por el mar o bajando, por un pequeño sendero, bien conservado, los más de 500 metros de altitud en apenas dos kilómetros.

Abajo, escondidas por el macizo y protegidas por el mar, esperan una preciosa playa de arena, las salinas más antiguas de Canarias y una variedad de vegetación y fauna donde predominan las tabaibas, los conejos y las aves. Durante la bajada, en zigzag pronunciado, pero con absoluta seguridad porque el sendero es lo suficientemente amplio y se encuentra en buen estado, la vista es sencillamente impresionante. A los lados, los farallones, pared vertical que se muestra como una fortaleza; enfrente, las sensacionales vistas de la isla de La Graciosa y el trozo de mar conocido como el Río, en primer lugar. Detrás, parte del resto de los islotes que conforman el Parque Natural del Archipiélago Chinijo, declarado así en 1986, y que incluye en ese mismo nivel de protección al macizo de Famara y la parte de la isla que nos espera abajo del todo.

 Llegamos a las ocho de la mañana. Me acompaña José Alberto Reyes, un enamorado del paisaje de su isla y un apasionado del senderismo. Encontramos a la primera el punto de partida del sendero conocido como el camino de Las Gracioseras, que se llama así porque las mujeres de La Graciosa, a mediados del siglo pasado, ante la falta de medios y comunicación con la isla, cruzaban la distancia más corta que separa por mar, apenas un kilómetro, La Graciosa y Lanzarote y desembarcaban bajo el risco. Con una cesta llena de pescado en la cabeza subían el sendero, demostrando la fortaleza de la gente de aquellos tiempos, para hacer trueque con los pueblos del norte de Lanzarote, Haría, especialmente, que les daban a cambio productos agrícolas y ganaderos, muebles y ropa, que volvían a traer por este sendero, en la misma cesta y en la cabeza. Sinceramente, dudo que yo pudiera caminar con una cesta en la cabeza pero sí les aseguro que sería incapaz de subir el risco en esas condiciones, sabiendo que, cuando subí, apenas podía aguantar el peso de la gorra.

 Comienza el sendero

 La salida está a las afueras del pintoresco pueblo de Ye, a los pies del Volcán de La Corona, en dirección Guinate, hay un cartel que señaliza un desvío hacia el Mirador del Río, se entra por esa carretera secundaria y a unos metros de Hotel Rural Finca La Corona ya estamos en un camino empedrado que desemboca en el sendero. Dejamos el coche allí, nos calzamos con las botas de montaña, confirmamos que hay agua en la mochila y bajamos.

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 Estamos iniciando la bajada. Es impresionante. Desde arriba, en caída casi vertical, el macizo Famara impresiona por sí mismo. Pero es que, además, las vistas son preciosas. El mar se muestra atlántico, oceánico, abierto, en la distancia, abajo, y a lo lejos. De él emergen los islotes y La Graciosa. Y el Río, en contraposición, tan estrecho, separando Lanzarote de La Graciosa y uniéndolas. Se ve volar un cernícalo. Abajo, se oyen las pardelas. Es una zona idílica la franja de tierra constreñida entre el Río y el risco. Está un poco nublado, es temprano, domingo, y no hace ni frío ni calor (me ahorro el chiste del gomero), pero sí hay una suave brisa. Vuelvo a la realidad al ver una fila de gigantes estructuras metálicas que bajan llenas de cables el risco. Más tarde vería también tuberías semienterradas. Son las infraestructuras para llevar electricidad y agua a los habitantes de La Graciosa. Cruzan este espacio del Parque Natural como una agresión visual y al sentido común. ¿Es necesario? ¿La Graciosa no debería tener su propia potabilizadora y surtirse de electricidad a través de energía alternativa? ¿No sería lo lógico en una población, la única, junto a la del pequeño pueblo de La Caleta, que vive dentro de este Parque Natural?

 El Zigzag del sendero

 No quiero entretenerme demasiado en pensamientos negativos. Bajar es fácil pero el zigzag y las pequeñas piedras redondeadas que ocupan el sendero son un riesgo a tener en cuenta. Puede ser resbaladizo, por esas piedras pequeñas del camino. Bajamos sin dificultad apreciable. Nos encontramos por el camino con una familia, con adolescentes, que había pasado la noche allí y ya regresaba y dos cazadores con sus perros y hurón. En la playa divisamos también una caseta, después descubrimos que había tres personas quedándose allí. Le echamos un vitazo a la Playa del risco, caminamos por su arena, y vimos como las gaviotas se peleaban por no sé que sobrantes, pero no nos bañamos. Queríamos llegar hasta Las Salinas del Río o de Gusa, las más antiguas de Canarias  (se acondicionaron por primera vez en el siglo XVI) que, aunque están en desuso, siguen manteniendo un contraste de colores entre el rojizo del barro, el blanco de la sal y el azul de mar. Este espacio todavía se inunda con las mareas vivas a través de tres tomaderos naturales. Por ello mantiene esa vivacidad cromática y esa riqueza vegetal, ya que en sus alrededores se refugian plantas propias de ambientes hipersalinos que no existirían si no fuera por las salinas.

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 Las Salinas más antiguas de Canarias

 Las Salinas del Río, que se encuentran exactamente en frente de La Graciosa, entre la Playa del Risco y la del Embarcadero fue todo una industria en siglos pasados. Hoy, las construcciones complementarias, como almacenes y demás  están en ruinas, pero ahora es un ecosistema que refuerza el valor natural del Parque Natural, y del propio Risco, donde hay muchos endemismos.

 El Parque Natural del Archipiélago Chinijo lo conforman la isla de La Graciosa, los islotes mayores de Alegranza y Montaña Clara y los pequeños islotes del Roque del Oeste y Roque del Este. A ellos se suma el macizo de Famara, con estas tierras bajas, escondidas, protegidas, por el propio risco y la población de la Caleta y su zona de dunas o de jable. Es otro Lanzarote, donde predomina el Risco, y el Fariones a la vista no es un hotel sino una punta que, cauta, nos avisa del encuentro de las mareas a los pies de dos islas.

 El regreso, toca subir y sudar

 Toca subir. La parte más difícil en una bajada siempre llega al final, a la vuelta. Un conejo se asoma desde una tabaiba mientras a lo lejos se oye el ruido de la jauría que persigue a otro. Las gaviotas siguen en la playa, al igual que los tres lanzaroteños que vimos hace un rato. Miro las torretas gigantes y veo también volar a un ave rapaz. No sé decir cuál de ellas es pero se muestra orgullosa y segura. Pero a nosotros sólo nos acecha el camino. Tomamos agua, nos apretamos la gorra y comenzamos el regreso.

 Este risco que es un refugio de aves y plantas, muchas de ellas autóctonas, nos permite a los humanos apenas usar este camino marcado por las alpargatas de gracioseras míticas. Fuera de este sendero, la verticalidad   hace casi imposible cualquier aventura sin equipos especiales. Aunque hay otros lanzaroteños que, cansados de su vida, deciden saltar al vacío, principalmente con su coche, para decir adiós a su desdicha. Raro es el año que alguno no se despeñe. De hecho, ha sido desde muchos años atrás,  el método más usado para suicidarse, como si dieron su vida en sacrificio a este farallón excepcional de Famara.  

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Seguimos el sendero, notamos la verticalidad, la pronunciada inclinación y casi agradecemos los zigzag para descansar de forma disimulada. Sudamos. Se camina bien, no hay riesgo ninguno, a pesar de las piedras menudas que se te cuelan debajo de la bota. Amago de resbalón y poco más. Paramos un par de veces. Una, para saludar a un grupo de 6 ó 7 extranjeros que bajaban; la otra, para beber agua y disfrutar del paisaje mientras nuestra respiración volvía a niveles de normalidad. Ya estamos arriba. Cansados pero contentos. Nos sentamos en un banco de piedra que hay al final (o al principio, todo depende de si se va o se viene) y después observamos otra vez el majestuoso espacio del Risco, con su playa, sus salinas, sus islotes, sus pájaros y sus plantas. Y su grandeza inmensa.

 Nos volvemos. Pero allí, a los pies del Volcán de la Corona, se quedó esperando la salida de un sendero impresionante. Descúbrelo tú también. Vale la pena.

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