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Lila, la mujer que supo ser feliz haciendo el bien

Al comunicarme su muerte, mi interlocutor puso énfasis en recalcar que había fallecido la madre de Pancho. Entendí que no era de Tías, que quien me lo decía creía que aquella mujer merecía una referencia por ser la madre de un exalcalde del municipio. No sabía quién era Lila García. Estaba claro.

Cualquier vecino de mi edad del pueblo me hubiese dicho que murió Lila. Que era la madre de Pancho, pero también de Lidia, Marilola, Pablo, Ángel Marcial y Antonio María. Pero eran ellos, todos, los que eran conocidos como los hijos de Lila. Aún hoy, cuando dicho uno de sus nombres el otro vecino no cae en quién es, se remata la indicación con el ya mencionado "es el hijo de Lila".

Cuando alguien vive 90 años y nadie recuerda un conflicto o una mala acción ya es reseñable. Pero es que Lila no pasó desapercibida ni cuando regentaba una tienda cerca del colegio y el Ayuntamiento, lugar dónde todavía vivía, ni mucho menos en su actividad cultural, vinculada a los grupos de teatro municipales; o a la actividad social, desde la iglesia.

Nélida Hernández me hizo recordar aquellos recreos en los que los chinijos íbamos corriendo a la tienda de Lila para que nos hiciera el bocadillo de jamonilla o chocolate, en su mostrador, mientras esperaban a un lado el resto de los clientes, los adultos. Recuerdo los bocadillos, pero mucho más la amabilidad de aquella mujer que nos trataba con un respeto y cariño poco habituales en los pueblos de aquella época. También se olvidaba muchas veces de cobrar el precio del bocadillo del niño que se acercaba al mostrador con muchas ganas de pan pero sin un duro en el bolsillo.

Lila era una persona agradable, creyente, solidaria y amante del teatro y su familia. Y a ello consagró su vida. A ser feliz haciendo el bien a los suyos y a los demás. Y tengo la impresión de que en noventa años no dudó de su elección ni de su entrega. Ahora descansa sabiendo ella y todos nosotros que se puede ser feliz haciendo el bien.

elperiodicodelanzarote.com