Logo

Jubilare

 

 

 

El paso a la llamada edad dorada que acaba de dar una compañera de trabajo, acompañada de dos sorpresas preparadas especialmente para ella por un grupo de compañeros y compañeras del Ayuntamiento de Yaiza, la primera, una comida lúdica hace un par de semanas, y luego, el 14 de noviembre, su último día de trabajo, un pasillo de recibimiento en el exterior del edificio, ambas celebraciones plagadas de emociones, creatividad, expresión de sentimientos y el cuidado de detalles, me recordó el feliz momento de  retiro de mis viejos, así se lo comenté a la compañera en un diálogo distendido que mantuvimos sobre lo que representa la jubilación, una palabra que proviene del latín ‘jubilare’, que significa lanzar gritos de alegría.

Mi padre, fallecido en 2020, se pensionó del Banco de la República, trabajando cinco años más de lo que dictaba el convenio porque podía y se sentía  con fuerzas para seguir, mientras que mi madre es jubilada de la desaparecida Empresa Nacional de Telecomunicaciones de Colombia (Telecom).  Ambos, como mi compañera de trabajo, se retiraron con salud, vitalidad y tiempo por delante para disfrutar del merecido descanso rodeados de seres queridos, el escenario ideal para lanzar ese grito de alegría que anhelamos e imaginamos, pero sobre el que ahora tenemos mucha incertidumbre, incluso para los que por edad estamos más pa’ allá que pa’ acá.

Como norma general en España, la edad de acceso a la pensión de jubilación depende de la edad del trabajador y de las semanas cotizadas en su vida laboral: 65 años cuando la persona acredita 38 años y 6 meses de cotización. Hace poco vi un reportaje televisivo que recogía testimonios de pensionistas que habían tenido que reengancharse a la vida laboral ejerciendo actividades productivas distintas a la que desarrollaron durante toda su trayectoria para poder hacer frente a la supervivencia y ayudar económicamente a hijos e hijas en situación de vulnerabilidad.

A pesar de la política estatal de revalorización de las pensiones, la mesada no alcanza o llega justita para cubrir gastos, y los ahorros, cuando se tienen, no son eternos, así que la situación también es preocupante para quienes aspiramos a jubilarnos. Mi madre, a sus 86 añitos, sigue afirmando que “el dinero no lo es todo en la vida, pero calma los nervios”. Sin duda, tener las obligaciones medianamente resueltas ayuda a conciliar el sueño.

La sostenibilidad de los sistemas de pensiones es un dolor de cabeza global. La población envejece, hay tendencia al decrecimiento de trabajadores activos, es patente la desigualdad de género y aumenta el desempleo juvenil. Este 2025 se cumplieron 30 años del Pacto de Toledo, el acuerdo político alcanzado en 1995 por los principales grupos parlamentarios españoles de entonces, que derivó en el compromiso de implementar las reformas necesarias para asegurar el mantenimiento del Sistema Público de Seguridad Social.  El documento recomendó promover la prolongación voluntaria de la vida laboral, instó a mantener el poder adquisitivo de las pensiones aumentándolas en función del índice de precios al consumo (IPC) y acordó despolitizar las decisiones en materia de pensiones, aunque yo diría que más que despolitizar, porque el mantenimiento del sistema de pensiones es un acto político en el mejor sentido de la palabra, lo que deberían hacer las fuerzas democráticas es evitar convertir en juguete de su politiquería marrullera y ventajista un tema tan serio que afecta a millones de ciudadanas y ciudadanos.

Naciones Unidas desarrolló el derecho a la pensión de jubilación de forma definitiva en 1948, así está recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos. El artículo 22 habla del derecho   que tiene toda persona a  “la seguridad social y satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”. El artículo 23, referido al trabajo, expone que toda persona tiene derecho a “ una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social”.  Sabemos que existen derechos, pero igual sabemos que son pisoteados.

En España hay partidos que se declaran democráticos y constitucionales que critican de forma torticera, engañosa y con menosprecio derechos a la protección social adquiridos por la ciudadanía llamándolos “paguitas”. Los sistemas de seguridad social desempeñan un papel importante para reducir y mitigar la pobreza, prevenir la exclusión y promover la inclusión social. La protección social es indispensable para el bienestar sobre todo de las personas de mayor edad, las personas con discapacidad y los jóvenes. En el caso de los adultos mayores, su derecho al bienestar está seriamente amenazado por la falta de una pensión suficiente y viene amenazado desde la vida laboral activa cuando hombres, y especialmente mujeres, están remuneradas con salarios indecentes, otro de los desequilibrios que sacude a la sociedad y que a largo plazo queda reflejado en la pensión. Es gratificante ver a personas jubiladas que de verdad gozan de las condiciones y los recursos para vivir con tranquilidad, por eso le di un gran abrazo a mi compañera como agradecido en su momento se lo di a mis padres.

 

elperiodicodelanzarote.com