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En las buenas y en las malas

 

En esta época del año vivimos reencuentros con la solidaridad. Y pertinente el prefijo re, porque parece que en diciembre recuperamos la virtud o el valor de la unión y el apoyo voluntario a personas o familias necesitadas o entidades que ayudan a personas o familias en situación de vulnerabilidad.

Nuestra actitud otorga a la solidaridad la característica de alimento perecedero que caduca el 6 de enero. Después del día de Reyes Magos, cuando finaliza la temporada festiva, consumista por excelencia, y de entrega de regalos, pues adiós quien te quería. 

Intuyo que pretendemos autorenovar la etiqueta de “bueno” para el año entrante. Tenemos el ejemplo de personas que profesan cualquier religión, van a misa o servicio religioso el domingo, se dan golpes de pecho y luego durante la semana son unos cafres con el prójimo, incluidos políticos y políticas, que repiten oraciones como loros cada ocho días, mientras que fuera del templo son unos (as) auténticos chafalmejas, llenos de odio y exhibiendo comportamientos irrespetuosos, supuestos servidores públicos que por debajini despotrican de todo aquel que no les lame el culo, siendo además ignorantes comprobados.

Claro, es injusto meter a toda la humanidad en el mismo saco, pero después del covid somos mucho peor sociedad. La pandemia estaba llamada a darnos un golpe de realidad, y no las dio de forma dura y cruel con millones de personas fallecidas, sin embargo, la otra realidad es que no aprendimos nada o casi nada. 

Esta semana leí en el diario Público un texto firmado por Danilo Albin que desgrana y analiza las cifras del horror presentada por la ONG Armed Conflict Location and Event Data (ACLED): “más de 240.000 personas murieron a causa de conflictos y guerras civiles en 2025”, situando a Palestina como uno de los escenarios más atroces. Por cierto, Israel sigue matando civiles, Gaza está destruida, su población está pasando frío y penurias y estamos dando por finalizada la invasión. Volvimos a la dolce vita.

Hablando de solidaridad, puntualizaba antes que sería injusto meter a todos en el mismo saco. Hay mucha gente que es solidaria de enero a diciembre. En mi entorno más personal, tengo el ejemplo de un amigo de la juventud que nació y creció en medio de la abundancia económica, hasta que la empresa de su familia sufrió un descalabro financiero y tocaron fondo, no obstante, a pesar del impacto de ese giro de guión, la persona solidaria que conocí en las buenas sigue siendo la misma en las malas.

Esta persona, que podría dedicar más tiempo a resolver problemas personales y familiares, no solo se mantiene comprometida durante todo el año con acciones solidarias, sino que redobla esfuerzos con campañas de fin de año para repartir alegría entre niños y niñas. Admiro su fuerza y convicción.

En mi municipio de Yaiza, también puedo citar a voluntarios y voluntarias de la Agrupación de Protección Civil, entre ellos, inmigrantes, que trabajan a lo largo del año, sin olvidar el valiosísimo y arriesgado servicio que prestaron en pandemia; también puedo mencionar el grupo de voluntarios y voluntarias, organizado por el centro de buceo Pura Vida Diving Lanzarote,  que desde 2018 no para de limpiar playas y fondos marinos, y así, seguro que conservamos en nuestro mejor pasado y presente a personas anónimas y entidades que van por la vida repartiendo solidaridad. No hace falta salir en medios de comunicación ni posturear en redes sociales, sus obras hablan por ellas y ellos. Son verdaderos ejemplos para todas y todos. Sobre la solidaridad y generosidad, Pepe Mujica repetía que la vida le enseñó “que por jodido que estés, siempre podrás darle la mano a alguien que está más jodido que tú”.

elperiodicodelanzarote.com