El cerdo y el perro
No sé qué estudios hicieron los científicos para llegar al convencimiento de que la cadena de ADN de los cerdos guarda un enorme parecido a la de los seres humanos. Realmente, soy un lego en la materia. Aún así, estoy por pensar que se hubiesen ahorrado muchos años de estudio e investigación si hubiesen elegido las calles de Arrecife y Playa Honda para pasear. Enseguida se detecta el enorme parecido que hay entre los comportamientos del animal y de los humanos más puercos. A ningún otro ser se le ocurriría convertir sus calles y paseos en un recinto de deposiciones perrunas. Pero ya se sabe que parte de las excelencias del porcino se conserva mejor entre sus propias porquerías y en el fango que en las modernas salas de congelación.
Da gusto salir a la calle y encontrarse, entre deposición y deposición, un cerdo o cerda (que también las hay) o a toda una piara completa mirando para todos lados mientras su perrito hace de vientre. Para todos lados, menos para uno, menos para la bolsa- guante para recoger los excrementos. Con cara de cerditos de granja, levantan sus patitas y huyen del lugar, dejando atrás parte de sus obligaciones y toda la mierda. Entonces, descubres, como si fuera fruto de una anunciación, que sí, que estás antes uno, dos o tres cerdos, o ante una piara completa. Y te sorprende que dar con aquella palabra, que te llegó tan de inmediato como el intenso olor excremental, necesitara de tanto trabajo para los científicos. Sencillamente, no puede ser otra cosa quien saca su perro de su casa para que cague en la de todos, no puede ser otra cosa quien lleva su perro suelto a pesar de que pueda ser un peligro para los demás, no puede ser sino un cerdo quien atemoriza a sus conciudadanos con perros sin vacunar, llenos de chinches y malencarados. Por su puesto, sólo un cerdo puede disfrutar convirtiendo los espacios comunes en estercoleros y en focos de infección. Cada vez que veo estas imágenes me gustan más los perros y menos los puercos humanos.
Por supuesto, todos los humanos no son iguales. Pero eso, lo que nos diferencia, no es la secuencia genética sino la educación y el respeto. Y eso se aprende en casa, con la familia, o en la escuela, con los maestros. Por eso, no es de extrañar que en la casa de cerdos vivirán más cerditos y en las escuelas con profesores puercos sobrevivirán cochinos. También tiene mucho que ver la clase política, porque, si saben ponerle límites a los excesos, tendrán calles y paseos limpios, perros sanos y vecinos felices pero si son políticos puercos tendremos afrecho para todos.