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PREGÓN DEL CARNAVAL DE ARRECIFE 2022

Buenas noches a todas las personas presentes y gracias por su asistencia.

 REFERENCIAS

Hablar del carnaval de Arrecife es remontarnos a su historia.

No  se conoce  exactamente  como  fueron  los orígenes  del  Carnaval en la isla  de  Lanzarote  ni  su  fecha  exacta. Una teoría bastante extendida  dice  que  los carnavales  tienen su origen tras la conquista, allá  por  el siglo XV  pero al  no  existir  pruebas  documentales  que  lo  atestigüen, esto  queda  en  una simple  teoría. 

Por lo tanto, tenemos que remontarnos a las referencias escritas.

La primera referencia que se recoge del Carnaval data de febrero de 1809, descripción realizada por Antonio Cabrera Ayala en la "Memoria de la Santa Iglesia Matriz de San Miguel", publicada en 1811 y en ella se da clara muestra de un espectáculo pletórico de júbilo:

«Las viejas parecen posesas hasta desgañitarse, alzando sus vestidos con el ánimo que es peculiar a las mozas».

«Los viejos carcamales vocean también, muchos van forrados de esteras y se cubren con altos capirotes de papel; otros llevan un mal traje de campón y corren aquí y allá, blandiendo sobre sus cabezas unos grandes estómagos  de pescado con que golpean a los más inocentes».

También  encontramos en Álvarez Rixo,  en “Historia del Puerto del Arrecife”, donde se remite a los bailes en las casas del alcalde de mar y del carpintero Blas de Noria, naturales de Tenerife. Además describe que si en alguna otra casa de más haberes se bailaba una contradanza era entre los sujetos que bajaban de la Villa y otros lugares cuya música consistía en algún violín  y guitarra traídos por ellos.

En 1862 el primer periódico impreso de Lanzarote “Crónicas de Lanzarote” reprochó el bando del alcalde prohibiendo las máscaras de Carnaval: “Por no permitirlo la índole de este periódico nos abstenemos de calificar esta medida que tiende a despojarnos de nuestras antiguas costumbres (...). Nos contentaremos con decir que esta determinación no es del agrado de muchas personas del Pueblo”.

El siglo XIX fue un siglo de miserias y hambrunas. Sin  embargo,   a  pesar   del hambre  que existe la gente se vuelca  en la  fiesta,  era la sensación  de romper  las estrecheces y penalidades cotidianas por unos días. Así en  1858, don  Camilo  González  Morales lanza una proclama en el pregón de Carnaval: «El deber de todos nosotros es tomar en serio el jolgorio». Este será el santo y seña de la fiesta, donde estaba prohibido llorar y era ley divertirse. El pueblo, enardecido ante estas palabras, se lanza a la calle a luchar por ese ideal carnavalero.

Otros datos los tenemos en el antropólogo francés Dr. René Verneau, en  “Cinco años de estancia en las Islas Canarias”, sobre 1880. Describía en su libro la celebración de esta fiesta: «Durante el Carnaval las calles de Arrecife presentan una animación que no hubiese sospechado viendo el silencio de muerte que allí reinaba una semana antes. Durante todo el día circulan grupos de hombres y mujeres disfrazados. El vestuario que se usa en estas mascaradas es el de los campesinos, que ya solamente llevan unos viejos. Una careta de cartón completa el atavío. Los que no pueden permitirse el lujo de este disfraz, se limitan, como lo hizo mi criado, a ponerse un pañuelo sobre el hombro o a llevar el cinturón al pecho.»

«A la cabeza de cada grupo va gente de ambos sexos tocando la guitarra y cantando. El  resto los acompañan también cantando y provistos de unas vejigas de pescado enormes, con las que golpean a todos aquellos que encuentran. A cada momento entran en las casas y se ponen a bailar hasta que se les haya servido un vaso de vino o de aguardiente».

Otra referencia  la encontramos con los franceses Proust y Pitard, “Islas Canarias, descripción del Archipiélago”. En 1904, pasan por Arrecife, coincidiendo con el carnaval y aportan más datos sobre esta celebración: “Todos ocultan la cara cuidadosamente; los ricos debajo de una careta de crin, para que les dure tres días sin que el sudor la haga papilla, los más pobres debajo de una capa de yeso o de hollín».

Por último decir que las publicaciones católicas fueron especialmente duras, como “El Amor”, una pequeña hoja parroquial publicada en San Bartolomé que en 1914 se expresaba con esta rotundidad: “Mentira parece que no haya desaparecido aún de las naciones civilizadas esta fiesta, odiosa en su origen”

 

HISTORIA

En los años 1910, 20, 30 del pasado siglo, el dinero dividía a las almas en dos clases sociales. Esta jerarquía se apreciaba perfectamente durante las carnestolendas: el pueblo concentraba su fiesta en Puerto Naos, el Lomo y el Charco de San Ginés, se revestían con sábanas, toallas o lo que apañaran en sus casas. Así que… con la cara pintada, el timplito y p’alante.

Otra cosa era el Carnaval de la burguesía, esta se concentraba en el corazón de la capital  entre La Plazuela, la calle Fajardo y la calle Real y que al tener más medios económicos podían hacerse disfraces sin miramientos: vestidos de época,  con sombrero de copa o vestimentas más complejas.

Esta jerarquía social se resume perfectamente en esta estrofa:

Tan grande eran las diferencias

Que tardaron años los ricos

En saber cómo era

El carnaval de los pobres

Y los pobres aprendieron enseguida

Lo bien que comían los ricos

De esta época se recuerda la anécdota de que una joven disfrazada tuvo que saltar por la ventana del antiguo Casino (cuando este se ubicaba donde hoy está la Casa de la Cultura Agustín de la Hoz), para no ser detenida por un guardia civil, que se había percatado de que el militar que paseaba por la calle Luis Morote caminaba con maneras femeninas. No sabía la muchacha que entrando en el bar del Casino iba derechita a Guatepeor, ya que al primero que vio cuando se recompuso el disfraz y tomó aliento fue a un coronel de verdad que le conminó a quitarse inmediatamente los galones de las hombreras: “Mascarita, vas muy guapa, pero la estrella te la tienes que quitar..

LA TRADICIÓN

La figura tradicional del Carnaval fue, sin duda alguna, la máscara, a menudo prohibida alegando pretextos morales. Este trato inquisitorial hacia la máscara estaba alentado por las clases altas y por el clero, que veía en ella el relajamiento de la mentalidad cristiana que debían imperar en el pueblo.

Una prueba de lo arraigada que estaba esta fiesta nos la da el hecho de que los marineros, por estar en la mar y no poder celebrarla, pedían al alcalde permiso para realizarla por su cuenta. Claro está, que el Carnaval fuera de fechas estaba limitado por la autoridad, celosa del orden, y  por  el guarda  de  los  feligreses, el cura, que no permitía el uso de las máscaras.

En las Cuatro Esquinas confluían todas las mascaradas y parrandas. De este punto partía la celebración del Carnaval; salían en grupos disfrazados usando para tiznarse la cara un corcho quemado, luego, se trasladaba a la calle Nueva, hoy Fajardo, para terminar en la Avenida de Arrecife. Estos ranchos populares, formados por marineros, campesinos, etc., solían entrar en las casas donde había preparada una sala con comida y bebida para los visitantes como agradecimiento a sus bailes y cantos en forma de ron o vino, para los hombre y la mistela para las mujeres prodigándose también las tortitas de Carnaval, el pan bizcochado, torrijas y otros dulces que se preparaban con ilusión durante las vísperas del Carnaval.

Los armadores regalaban pescado y por eso nunca faltaba por estas fechas un sancocho en cada casa. Las puertas siempre estaban abiertas a todos los que quisieran comer o beber algo… era como una gran familia.

En  Las  Cuatro  Esquinas era donde tenía  lugar el famoso “pleito”.  Se comenta  que «como la bebida ya había caldeado los ánimos y los carnavaleros comenzaban a darse golpes con los buches y lo que empezaba como un juego terminaba en batallas campales».

De aquí proviene la copla que dice: Pleitos en las Cuatro Esquinas / La salsa del Carnaval / Ya se oyen los buchazos / Por toíta la ciudad".

Era tal el arraigo que en Arrecife había adquirido el Carnaval, que ni los bandos, ni las órdenes eran capaces de detenerlo. Y si se vislumbraba a un guardia civil o municipal, las máscaras se camuflaban corriendo hacia otras calles menos céntricas.

Creemos,  que fue Arrecife la única ciudad de nuestro Archipiélago que no dejó de celebrar estas fiestas carnavaleras, manteniéndose siempre, contra viento y marea. Por eso había mucha gente de otras islas que venían a Arrecife a correr los Carnavales, principalmente de Gran Canaria o Tenerife en donde no se celebraron hasta muchos años después en que fueron camufladas y autorizadas por el mismo régimen, ya más suavizado.

Fue memorable el día en que detuvieron al mismísimo alcalde de Arrecife.

La guardia civil patrullaba por las calles, con el fogoso y rígido cabo Pérez, llevándose a su cuartel a cuantas máscaras sorprendían en las vías públicas. Recordamos que ese cuartel, en aquella lejana época, era el viejo inmueble de la Plaza de la Constitución. Y aquí viene el curioso y pintoresco caso insólito en estas fiestas.

Ese día pasaron frente a la casa de la Benemérita, cinco individuos revestidos de máscara. El agente de servicio les hizo pasar de inmediato para identificarlos, pero grande fue la sorpresa del hombre del tricornio, cuando bajo una de las caretas apareció la faz, feliz y sonriente del alcalde de Arrecife, entonces le dijo al guardia: “Échese una copita de coñac, que estamos en Carnavales” y el agente de la autoridad, que suponemos tampoco podría reprimir la risa, dio luz verde a las cinco máscaras amigas para volver a la calle. Lo que realmente ignoramos es si las mascaritas de marras fueron o no sancionadas.

El Alcalde era Don Pedro Schwartz Ballester y la comitiva que le acompañaba eran compañeros de Corporación. Con el primer edil fueron retenidos el primer Teniente de Alcalde Don José Prat, Don Francisco Sáenz, Don José Rocha y Don Antonio Machado… Seguro que no pasó nada y pese a los rigurosos modos del cabo Pérez, siguieron con la ‘juerga’ carnavalera.

PROHIBICIONES

En 1937 se prohíben oficialmente los Carnavales - La fiesta se ocultó por el momento histórico, pero la alegría estaba ahí y la lejanía de las islas motivó una pequeña tolerancia hacia la celebración del Carnaval. Aunque las autoridades solían hacer con frecuencia la vista gorda, fueron abundantes las multas impuestas a las máscaras que se saltaban la prohibición de disfrazarse.

Ello dio motivo, años más tarde, a que en febrero de 1954, la Delegación de Gobierno publicara una circular prohibiendo la celebración de las fiestas del carnaval en Lanzarote. "así como cualquier manifestación pública con antifaces y disfraces". La prohibición franquista hizo algo de mella en la fiesta, pero poco. La Guardia Civil detenía a algunas mascaritas y las llevaba a pasar la noche en el cuartel para justificar su trabajo, pero la fiesta continuaba de puertas para adentro.

Otra de las prohibiciones fue desde el punto de vista religioso, la coincidencia de unos dirigentes con un concepto muy estricto de la moral, hizo que fueran maldecidas y, al igual que los bandos del Gobernador, una pastoral elaborada por el Obispo Pildain era leída en cada una de las iglesias de la Diócesis.

LOS BUCHES

La música era esencial en los carnavales donde no podían faltar los foritos o acordeones en las parrandas marineras. Al hablar de carnavales hay que hablar también del «buche». Los buches como elementos típicos del carnaval arrecifeño, aparece desde principios del siglo XVIII, manifestándose con mayor contenido en el pasado siglo, con los clásicos recorridos de los buches, golpeando a la población que se encontraba en el camino

En 1963 un grupo de amigos recuperó la tradición y actualmente se conoce como La Parranda Los Buches. Todas estas tradiciones conforman la base y el pasado del Carnaval lanzaroteño. Por lo tanto hablar de los Buches, es hablar de las costumbres y tradiciones de esta ciudad.

En cuanto a la tradición de golpear con los Buches, algunos historiadores la sitúan en las fiestas romanas de las lupercales, donde los hombres de Luperci recorrían desnudos por las calles, golpeando a las mujeres con una tira de piel de macho cabrío, denominada «La Febrúa» con el objeto de propiciar la fecundidad a las mujeres estériles.

Otras de las anécdotas se produce cuando un grupo de amigos carnavaleros paseando por la Calle Real no se les ocurre otra idea sino atar a uno de ellos en un poste, con el fin de seguir la fiesta, con tan mala fortuna que pasaba por allí la guardia civil no dándole tiempo a desatarlo, así que echan a correr, por lo que dicho personaje esa noche tuvo que dormir en el cuartelillo.

LOS  BAILES

A principios del S. XX  si en algún sitio coincidían los arrecifeños de los barrios y los del centro era en los bailes del Círculo Mercantil (nombre que recibía la Sociedad Democracia en tiempos de Franco).

Los primeros se sentaban a la izquierda, los otros a la derecha. Había dos sesiones. El primer asalto con vermú bailable se celebraba de doce a dos del mediodía, con vasitos de ginebra con sifón para el que pudiera, y papitas inglesas para todo el mundo. El segundo, de siete a nueve de la noche.

Sobre los bailes, que se celebraban en la Sociedad Democracia y en el Casino, había un músico que sólo venía dos veces al año con su orquesta a tocar a Lanzarote. «Era muy famoso, la gente iba a recibirlo al puerto porque venía en barco y ya desde la cubierta se ponía a tocar la trompeta, se llamaba Mejías», fundador de la famosa orquesta Mejías y siempre terminaba el baile con una conga para despedir a la gente.

ENTIERRO DE LA SARDINA

En 1971 se realiza el 1º Entierro de la Sardina, por lo que esta celebración es reciente y surge de la tradición marinera que la propia isla ha tenido desde siempre. En el quemar de la sardina se ve la magia de los principios humanos, donde a través de la manifestación del llanto y el fuego se espera la resurrección para el próximo año de las fiestas.

El Miércoles de Ceniza, por la noche, se lleva a cabo esta manifestación.

«La sardina se murió

y la vamos a enterrar,

veinticinco palanquines,

el cura y el sacristán».

 LA  EVOLUCIÓN

Poco a poco se van introduciendo unos elementos novedosos que antes no se conocían en esta celebración del Carnaval. Aparecen los carromatos adornados como preludio de las artísticas carrozas que observamos actualmente, los antifaces, los disfraces más llamativos etc. En resumen, nuestro Carnaval se iba transformando.

Será a mediados de 1950 cuando empieza a liberalizarse un poco la sociedad lanzaroteña y a permitirse entre comillas, “el Carnaval”. Por aquel entonces la fiesta tomó el nombre pagano de «Fiestas de Invierno». El jolgorio no se vivía ya tanto en la calle sino en las sociedades como el Mercantil, el Casino y Torrelavega.

En la década de los  años 60 no existían las murgas sino algunos pequeños grupos de amigos como Los Cariñosos, los Carneros, Ni Pum Ni Pan, Los indultados, Los Ponchos etc.

En el año 1969 salió una charanga formada por músicos de la antigua Banda Municipal de Arrecife y viendo el resultado tan satisfactorio de aquella experiencia, un grupo de ellos decidieron seguir ensayado y crearon una murga con el nombre RELAMIDO saliendo por primera vez en 1970.

A partir de los años 70 empieza de forma incipiente la formación de murgas, comparsas etc. Se realizaron las famosas parodias como: “La boda del siglo”, “la elección de Miss España”.  Y ya en el 1975 con la muerte de Franco se eliminó tal prohibición y fue entonces cuando empezaron a tomar la importancia que tienen actualmente.

Se empezó a institucionalizar las fiestas con la organización por parte del Ayuntamiento de Arrecife de: El Coso, la Elección de la Reina del Carnaval, etc. y la movida se empezaba a concentrar en estos años en la zona de El Almacén.

Para finalizar, les invito a participar en las fiestas, a disfrutar estos días de diversión y alegría y que hagan partícipes a todos los que vengan a compartir las fiestas con nosotros.

 

¡FELIZ CARNAVAL!

 

 

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