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Mis queridos hijos

 

Mis queridos hijos:

No nos los tengan en cuenta: no sabemos lo que hacemos. Ya sé que ni están todos los que son, ni son todos los que están. Eso es cierto. Pero sí somos como somos. Y somos huraños con nosotros mismos, envidiosos de lo que consigue nuestro vecino y acomplejados porque creemos que si nos alegramos del éxito ajeno pero cercano es porque no tenemos nada propio por lo que celebrar. Somos así, es verdad. Pero esto se puede tratar y revertir, pero necesita de todos. Les prometo que en esa lucha voy a estar. Realmente ya estoy. No es que yo sea mejor que el resto de los lanzaroteños, qué va, seguro que no estoy ni entre las 100.000 primeras de la fila de las más de 150.000 personas residenciadas en esta islita nuestra, tan seca como explosiva, tan animada como socarrona, tan única como diversa y cambiante.

Estimados hijos predilectos y adoptivos de Lanzarote y cada uno de sus municipios, los que lo son y los que están en el purgatorio político esperando su merecido nombramiento, en esta isla no se ha visto bien querer al otro. Alegrarse de alegría ajena.  Somos más de ir a velatorios, a despedir a muertos que de bautizos, a recibir a vivos con proyección en nuestra sociedad. Si nos dicen que el enfermo se muere, acompañamos en el sentimiento con profundo pesar al que se va y a sus familiares. Si nos dicen que se cura, a los tres días nos olvidamos de él. Creemos que cuando mostramos el pesar ante la desdicha, nos colocamos nosotros en el centro de atención mientras que cuando mostramos nuestra sincera alegría y reconocimiento ante los méritos del otro, solo estamos abriendo una brecha insalvable entre su calidad y nuestros defectos. Estamos diciendo que él triunfo mientras que nosotros hemos fracasado. Vivimos la carrera por el éxito como una lucha individual, competiendo con todos por llegar el primero a la meta, aunque no sepamos exactamente qué diferencia le aporta a nuestra comunidad esa victoria.

Sí, nuestras propias exigencias y las de nuestro entorno más inmediato, salpicadas con esos defectos bíblicos que nos acompañan, que en forma de envidia, celos, prepotencia, gula, y demás, nos llevan a encerrarnos en nosotros mismo obviando lo importante que son los demás, ellos y su felicidad para la nuestra propia. Lo importante que es esa sensación de pertenencia a una comunidad, con sus referentes, con sus normas, con sus dioses. Gente que nos ayuda a progresar, gente que progresa desde nuestras propias limitaciones abriéndonos a un nuevo mundo de esperanzas y sueños. Son, en definitiva, nuevas oportunidades para ser felices. Para contagiarte de su capacidad de lucha y superación y no encerrarte en tus propias desgracias, de las que ellos también participan para que sea menos doloroso para ti.

El nombramiento de Ico Arrocha como hijo predilecto de Lanzarote, por ejemplo, me hizo muy feliz. No solo porque puse toda la carne en el asador para que así fuera, sino por ayudar a conseguir que una persona buena, con talento extraordinario y entrega insuperable, estuviera en el Olimpo de esta isla. Me alegré enormemente de que el consejero de Cultura, Alberto Aguiar, y la presidenta del Cabildo, María Dolores Corujo, cogieran el guante y, finalmente, cuatro años más tarde de su muerte, Ico fuera declarado hijo predilecto a título póstumo. Me importó un bledo que no se hiciera la más  mínima referencia al trabajo que hice para sensibilizar, en solitario la mayor parte del tiempo, a todos y a todas. El mérito era solo de él. Y oírle, todavía hoy, me pone los pelos de punta y me emociona como siempre. ¿Cómo no le vas a querer?¡Cómo no te va alegrar que se eleve al altar de los hombres buenos de esta isla!

Ahora, hoy, es Rosana Arbelo la que consigue ser hija predilecta de Arrecife. Debería serlo, y desde hace mucho tiempo, de toda la isla, pero bueno, algo es algo. No hace falta que esté newton presente para que la manzana caiga al duelo. La gravedad existe aunque no lo sepamos ni queramos verla. Así pasará con Rosana, que acabará siendo también hija predilecta de Lanzarote más pronto que tarde. Esperemos que viva y cantando como lo hace ahora.

Apenas conozco a Rosana, más allá de sus canciones y de coincidir en zonas comunes de esta isla hace años. En cambio, sé de ella por su familia. Me emociona recordar cómo mi padre hablaba del suyo cuando ambos eran armadores de barcos de pesca. Arbelo era para mi padre un referente de persona seria, bondadosa y comprometida. No perdía oportunidad de ponerlo de ejemplo y resaltar sus valores. Yo tampoco conocí a Arbelo, salvo verlo en alguna ocasión cuando, de niño, acompañaba a mi padre a Porto Naos. Como a la propia Rosana. En cambio, siento como algo mío el éxito de Rosana, el éxito de la hija de Nicolás Arbelo. Y me siento feliz de que hoy se convierta en un referente para todos. Como lo fue su padre para el mío. Me hace feliz, lo confieso, porque gracias a este nombramiento, vuelvo a oír, clarita/clarita, 23 años después de su muerte, la voz de mi padre con su traquina de buena persona que era el padre de Rosana, hija predilecta de los arrecifeños.

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