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 Saturada, abandonada y sin líderes

 

Nos esperan batallas electorales reñidas (XVIII)

Lanzarote está en esa situación política, social y económica ideal para que aparezca un redentor. La isla camina desorientada, sin rumbo, dolida en lo social y descontrolada en la parte económica. La mediocridad instalada con saña en la política insular durante estos más de veinte años del nuevo siglo se ha convertido en un estorbo para la adaptación de Lanzarote a las nuevas exigencias. Amamantada en los años más negros de la corrupción insular, la falsamente llamada clase política insular respira roña y se entretiene en sus propias cuitas personales, mientras la herida de la isla se agranda.

Lanzarote necesita un liderazgo político que la engarce al nuevo mundo y la desprenda de una dinámica política tóxica, en la que se enriquecen a toda prisa unos cuantos, a la misma velocidad que aparecen focos de pobreza en la isla, nunca antes vistos en este periodo democrático, sustentado económicamente por la transformación de un modelo agrícola pesquero en uno terciario, con el turismo como monocultivo.

La clase política lanzaroteña, la que ahora no duerme y se parte el lomo por volverse a colar en las instituciones insulares y regionales, está llena de personas incapaces, cuya única visión de Lanzarote son sus propios intereses personales y de grupo para sostenerse dentro de la política el máximo tiempo posible. Son sus quince días de trabajo, para ganarse cuatro años de letargo. Se dan casos que demuestran estas premisas que son realmente escandalosos, que demuestran lo alejados de la realidad que están. El primer problema: no tienen proyecto de isla ni están por la labor. Segundo problema: no tienen empatía ni sensibilidad por la situación en la que vive la gente, solo les interesa salvarse a ellos mismos gastando, despilfarrando si fuera menester, los recursos de todos. Tercer problema: Están convencidos de que el dinero público no es de nadie y que pueden tirarlo de la forma que ellos quieren. ¿Acaso no pagan estos ilusos el IBI, la contribución de toda la vida, el IGIC, el IRPF y todo tipo de tributos?¿Realmente creen que los ciudadanos pagan su impuestos, retorciendo las maltrechas economías familiares, para darles gusto a ellos, a sus familiares y allegados?

Cuarto problema: creen que pueden hacer lo que quieran, incluido saltarse la ley, desdecirse unilateralmente sin ninguna responsabilidad del compromiso mantenido con el electorado en su programa o cambiarse de partido, si su economía personal así lo necesita. Casos como el de un concejal que se ha pegado casi dos años sin rozarse por el ayuntamiento, cobrando 14 pagas, de casi 3000 euros anuales, con el consentimiento del alcalde y sin presentar baja médica alguna que justificase por enfermedad un comportamiento que hubiese acabado en despido en cualquier empresa del mundo. Tan lamentable como el del asesor de otro ayuntamiento que va a recibir el decreto de nombramiento y no vuelve más por el Consistorio, mientras cobra su sueldo público y pasa las horas trabajando en la empresa familiar. Como “castigo”, le colocan en puesto de salida en las listas electorales. O aquel que liberan como asesor y se le ve mañana y tarde paseando su perrito por Playa Honda, como si se tratara de un jubilado. No hace falta que les cuente lo de todo a diez mil a última hora, las millonarias transacciones al cordón de propaganda y defensa del partido ni lo de los asesores y asesoras que cambian de administración al ritmo que sus partidos ocupan y desocupan unas u otras instituciones.

Es verdad que, visto así, dan muy pocas ganas de levantarse el 28M, con la ilusión necesaria para comprometerse con nuestra isla, e ir a votar al equipo que consideremos el mejor para intentar ponerle freno al desatino insular que nos han montado entre unos y otros. Pero es todo lo contrario, hay que ir a votar precisamente contra eso. Y hay que embarcarse en proyectos políticos nuevos, saludables, exigentes. No nos queda otra. En manos de los políticos ponemos miles de millones de euros que están ahí, sacados de nuestros ingresos vía impuestos, para crearnos espacios, infraestructuras y servicios que reduzcan diferencias, que nos permitan a todos poder desarrollarnos y ser felices. No se puede dejar eso en manos de mangantes sin control alguno. Y el control somos todos nosotros. Si no se activa la población, el poder legislativo se recrea en leyes de autocomplacencia y autoexculpación  y el judicial se echa al lado del ejecutivo a dormir la “mona” de tantos excesos.

No hay otra que votar y participar. Y echar a los que no hacen nada. Aunque el que venga pueda que tampoco haga nada o lo haga peor. Si aceptamos como válido que se pueden ganar las elecciones sin hacer nada, estamos perdidos. Entonces, ya no hay solución. Las elecciones son el gran examen, donde se valora a quien ha estado cuatro años gobernando. No es una simple elección entre unos y otros. No, se trata de evaluar a los que están. Y si queremos que la cosa siga como ésta, si damos por buena su gestión, les votamos. Si no, analizamos a los aspirantes y elegimos entre ellos. Si se suspende al gobierno, no se le puede votar. No es lógico que lleguemos a la conclusión de que no valen y les volvamos a votar. Aunque no nos guste el otro, aunque no estemos convencidos de que lo harán mejor, uno habrá que, como mínimo, todavía no nos ha engañado o defraudado. Será esa decisión de cambio la que sacuda el avispero. La que haga a los nuestros, y a los de ellos, ponerse las pilas y trabajar y estudiar concienzudamente para su reválida dentro de cuatro años. Es la única manera, no hay otra.

Si cedemos al chantaje emocional de quienes creen que siempre nos pueden engañar en quince días e ignorar nuestras necesidades durante cuatro años, estamos francamente perdidos. Y, como colectividad, no nos lo podemos permitir. Lanzarote está saturada, abandonada y sin líder, ¡claro que sí! ¿Pero también está sin un pueblo capaz de rebelarse contra eso? ¿Realmente creemos que arreglaremos los problemas de saturación, masificación, abandono así? ¿Realmente vamos a permitir seguir sin un transporte público eficaz porque esta mal llamada clase política esté más del lado del concesionario que de las necesidades de los usuarios? ¿Realmente nos pueden mangonear con limosnas de última hora? Yo estoy convencido de que no.

Este pueblo lanzaroteño, multicultural, construido sobre el suelo que pisaron nuestros antepasados, que moldearon con sudor y lágrimas su futuro desde la necesidad, no puede dejarse arrastrar, sin tino, por los encantadores de serpientes de siempre. Hoy más que nunca el examen exige la cartilla con los deberes hechos. No hay otra, vecino. No hay otra, compañero. No hay otra, amigo.

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