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Revístete o disfrázate, pero disfruta

 

Estamos saliendo de un verano más caliente y con más miedo a quedarnos sin agua que nunca.

El precio de las papas y del aceite está por las nubes, tanto que te haces unas papas y un huevo fritos para comer y parece que te acaban de pasar la cuenta en uno de esos restaurantes de postín. Los padres están agobiados porque comienzan las clases en un suspiro y tienen que comprar material escolar, libros, mochila y uniformes para los niños. No dejamos de mirar para el cielo, temerosos de que nos coja una Dana de esas y nos fulmine a base de tormentas perfectas y aguas torrenciales, porque sabemos que Lanzarote está mal equipada a la vista, pero mucho peor en el subsuelo. Si tú vieras las tuberías (¡dónde tenemos, que esa es otra!) tanto de la recogida de aguas pluviales  como el suministro de agua potable y residual ya no volverías a dormir de un tirón en tu vida.  Pues con todas esas, fruto de la mala organización, el desinterés y la baja cualificación de nuestros políticos, el grito de guerra del inicio del curso político no puede ser más anodino, irrespetuoso e insensible con todo esa realidad. Y lo da Jesús Alexander para que no nos atrevamos a ir a territorio de Jesús Casimiro vestidos de cualquier forma a la romería de Los Dolores. No sabemos si ese afán porque la gente se compre una vestimenta de romero a la última es para evitar que se sepa cuánto exagera su papá cuando da las cifras de visitantes a las fiestas o para dinamizar el sector artesanal o simplemente por insensibilidad pura y dura con los que no pueden agenciarse un sueldo público como la mayoría de los miembros de su familia.

En una isla donde la corrupción se mueve a sus anchas, donde los políticos se ponen los sueldos que les da la gana por no  hacer casi nada y se gastan el dinero público en fragilonadas, el pecado mortal va a ser ir a la romería desentonando. El grito parece alentar a las familias a priorizar el traje típico al uniforme y material escolar, ambas actividades coinciden en el tiempo y no he visto todavía ningún video del Cabildo diciéndonos cómo afrontamos un inicio de curso con garantías cuando se nos va medio sueldo en comer y otro medio en la hipoteca o en el alquiler. Tampoco he visto ningún video todavía apostando por la integridad física de nuestros jóvenes, explicándoles los dañinos efectos de la “ronmería”, las peleas bajo los efectos de las drogas y otras adicciones. Eso es lo de menos, lo importante es que no se ponga usted un cachorro descatalogado, unos pantalones encachazados o una camisa que no sea blanca nuclear. Y similares. Usted puede ir con el traje típico de cualquier lado, pero tiene que ser típico. Típico del pasado, eso sí. Porque lo más típico que hay hoy, en nuestra sociedad actual, son unas zapatillas, un vaquero y una camiseta y una boinita o visera para el sol. Pero eso no vale. Como si la gente de los siglos pasados tuvieran una ropa específica para ir a la romería. Iba con la que tenían, cada uno con la suya, algunos con la ropa de los domingos y otros con la ropa que escenifica su autoridad y jerarquía y proximidad a Dios y a la Virgen. Una romería de dentro quinientos años, podría ser, tranquilamente, la gente ataviada como hoy nosotros solo nos atrevemos a ir de paseo y a una fiesta si no hay romería. Que sí, que están bien esas fiestas de disfraces como los carnavales, las vestimentas de las romerías, la noche blanca y el mar azul, ¿pero es esa la prioridad en este momento? ¿Tan importante es eso? ¿Más que nuestra gente se divierta libremente, de acuerdo con sus gustos y posibilidades? ¿Es más importante la foto de todos romeros que todos felices? ¿Acaso está mal que la gente reutilice prendas para acercarse a ese ideal de los Jesús a pares? ¿El que es responsable, y guarda su dinerito para las cosas de los chicos al colegio, que se deprima en su casa para que no afee el propósito del “junior” en tierras del “senior”? ¡Cuánto les gusta pedir sacrificios al pueblo para seguir disfrutando de sus privilegios!

 Hace tiempo, un reconocido artista lanzaroteño me decía que César Manrique estaba tan deseoso de convertir a Lanzarote en un parque temático de su propia visión de la isla, que hubiese estado encantado si los lanzaroteños todavía fueran en burro al campo, vestidos con la vestimenta tradicional y cargando cestas de tomates y sacos de cebollas al hombro. Me decía que hubiera estado feliz de ver esa imagen cotidiana, para disfrute de los turistas, reproducida generación tras generación hasta el infinito. No veía en ello un castigo divino para condenar a los hijos e hijas de esta tierra a la pobreza de por vida, tanto cultural como económicamente, para darle asiento en la isla a una élite foránea que se encargaría de gestionar el negocio turístico. No sé si ese es el propósito de los Jesús padre, Jesús hijo y Jesús Espíritu Santo, pero si realmente quieren recuperar el patrimonio cultural de esta isla tienen muchas cosas por hacer, más necesarias que obligar a la gente a gastarse en trapos lo que les hace falta para cosas más necesarias. Es verdad que eso es lo que hacen los políticos todos los días: gastarse en bobadas el presupuesto que después echamos de menos para equipar esta isla como se merece.

¿No hubiese sido más adaptado a estos tiempos de estrecheces e incertidumbres que el consejero de Cultura invocara a la sensatez y al entusiasmo para disfrutar de unas fiestas que nos inventamos tal como son en los años ochenta  y noventa? Si realmente quiere conservar el patrimonio cultural y natural de esta isla que se apresure a aprobar los planes insulares, de gestión y especiales, que también es tarea de él, y deje a la gente disfrutar en paz, con sentido común, seguridad y respeto de sus fiestas como lo ha hecho siempre. Y que él se ponga si quiere el mejor traje típico que encuentra, cuanto más noble y caciquil, mejor.

¡Gobiernen con fundamento!

 

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