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Los recaditos que nos deja el 2023

 

Se va, se va, se va… Se va el año 2023.

No pasa nada, mañana será un día más, como lo es hoy o como fue ayer. Y antier. Pero es una prueba más de lo que puede hacer la mente humana para motivarse, estimularse o incentivarse. Mañana será lunes, el día más odiado de la semana. En cambio, lo hemos convertido, en esta ocasión, en el día más ilusionante del año, en el primero del nuevo año. Lo hemos transformado en un domingo a lo grande, al que se llega desde otro domingo que suena a sábado noche, y dejamos para el martes la vuelta al trabajo y a la realidad no fingida. Nos debe servir de ejemplo de que los días serán lo que nosotros queramos que sean. Que no hay año malo que no venga por bueno, ni al revés, si nosotros ponemos los mimbres para hacer ese sesto. Pero el año son 365 días, con sus correspondientes noches, con sus bajas inolvidables, con sus alegrías compartidas, con sus secretos irrevelables, con los flirteos inconfesables con la verdad, con el amor, con el dinero y con el prójimo. Ya también con sus enseñanzas que no debemos olvidar.

Yo sigo con lo mío. Con la mirada desnuda, a veces descarnada, puesta sobre la política, sobre los políticos, observando la gestión pública sin perder de vista tampoco el enriquecimiento ilícito de quienes ningunean la realidad a la que le han prometido lealtad para desembarcar en el lado oscuro del paraíso con el tesoro de todos. Y siguen habiendo causas judiciales pendientes que se abrieron o cerraron este año de personas que han levantado sospechas en su  gestión. También hemos visto la condescendencia que se puede tener con algunos condenados/as y la poca empatía con el imputado/a que se debate todavía entre la inocencia y la culpabilidad. Nos queda, un año más, la rasquera de que prima más el amiguismo, el ombliguismo y el “dame tú que yo te defiendo” que un periodismo local comprometido con el futuro de esta isla, con su desarrollo sostenible, responsable con el territorio, solidario con todos, convencido de que somos un todo que no se mantiene si permitimos que se nos caigan los más desfavorecidos, como si quisiéramos recrear el otoño de la democracia y del estado del bienestar. Somos culpables. Pero no nos cabe más pena (aquellos que no hemos cometido pecados capitales) que remar en el sentido correcto. Se puede hacer y hay que hacerlo. Garantizando, además, una prensa sostenible, que pueda regenerarse y convertirse en punta de lanza. Somos muchos, mal equipados y muy presionados, pero debemos reclamar un espacio digno en un Lanzarote mejor que podemos ayudar a construir.

Pero son ellos y ellas. Esos chicos y chicas que pasaron las mismas necesidades que nosotros, que jugaron con nuestros propios juguetes y que vienen de ser los hijos e hijas de familiares nuestros o de vecinos con los que jugábamos al fútbol, fuimos juntos al colegio o compartíamos toalla en la playa. Son esos a los que votamos porque creíamos que eran como nosotros, que velaban por los intereses de nuestra isla. Son ellos, ellas y “elles” los que más autocrítica tienen que hacer. Y les tendremos que ayudar un poquito, porque ya sabemos quiénes son, cómo son y la forma tan sectaria que tienen de ver los avances de la isla. Se ponen sueldos desorbitados, gastan el dinero público como si no fuera el colchón de todos para amortiguar juntos los golpes que no podemos afrontar por separado.

Ahora nos tratan como niños, a veces hasta como parias, como si ellos no fueran los hijos o hijas de padres y madres igualitos a los nuestros. Nos tratan de ignorantes. Y no sienten la mínima empatía con nuestras necesidades. Solo cuando ellos necesitan el voto, te miran, te saludan y te regalan lo peor que te viene pero lo más que quieres en ese momento. Si eres el compañero de clase que se ha vuelto drogadicto, te dará unos euritos para que la “petes”, nunca un plan de rehabilitación que te devuelva a la normalidad. Eso es un proceso largo, doloroso y costoso. Y aunque te podría sacar de la mierda, ellos necesitan el voto ya, aunque vayas a votar más cargado que el barco del arroz.

Si eres el chico bueno, el que decide dedicar su tiempo libre al club deportivo del pueblo, te dará una subvención y te tendrá enganchado con eso. Ya cree que tú no eres al mismo tiempo padre de familia, persona con necesidades propias, con calle que asfaltar, con luz que pagar o con agua que beber. Compañero, a ti te han comprado ya: tu precio es el de la subvención. Y no más. A cambio, no les vale con tu voto, con derecho restringido, quieren también que arrastres a los padres de los chicos. Parece una broma, o un monologo de Cantinflas, pero es cómo afrontaron las pasadas elecciones socialistas y nacionalistas y otros en su lucha por el poder. Y están convencidos de que unos ganaron porque compraron 69 votos más con favores “siempre legales, desde luego” y otros compraron 69 votos menos, aunque a un precio mayor. Unos dando y otros prometiendo dar.

No es la primera vez. Lo sé. Ni será la última, me temo. Pero en esta ocasión hemos podido ver como la compra se hacía por unos y por otros mientras las costuras de la isla saltaban por los aires. Trabajadores pegándose para subir a las guaguas de un transporte público rematadamente malo (aunque nuestro políticos celebran como ganar la Champions cambiar una guagua por otra), el agua no llega a las casas, los agricultores cultivan sin agua, el agua no se recupera sino se pierde, las aguas fecales y pluviales corren juntas cuando llueve llenando de mierda y ratas ciudades y zonas turísticas y los parques eólicos que deberían ser avanzadilla del cambio energético se mueren herrumbrosos y paradas sus aspas ante la pasividad de políticos y técnicos enchufados. Los trabajadores pagan más de la mitad de su sueldo en alquilar una casa y son muy pocos los que pueden comprar una, a pesar de que seguimos diciendo que nuestro modelo turístico es un éxito y llegan cada día más turistas y trabajadores que tensionan el mercado y la experiencia vital diaria.

El 2024, nos ofrece un calendario muy parecido al del año que hoy despedimos. Enero tendrá 31 días, las noches vendrán precedidas del día, y estos de las noches. Tendrá cuatro estaciones, San Juan será el 24 de junio y Los Remedios los celebraremos antes de que nos lleguen Los Dolores. La propuesta es la misma. Solamente nosotros, todos, podemos hacer que sea un año especial. No vendiéndonos al enemigo, aunque lo hayamos elegido nosotros. No compitiendo por ver quién es el más cerdo de todos y vende mejor el futuro de esta isla. Tratando con respeto a las autoridades, pero sin reírles las gracietas ni los despilfarros que hacen para comprarnos la sonrisa efímera mientras enriquecen a sus amigos a costa de los recursos de todos.

Si necesitas motivación, cuando estés realmente mal, sin dinero, sin trabajo, sin esperanzas, sin futuro, hazte un viaje por las redes sociales de los políticos que gobiernan tu municipio o tu isla y recibirás el mejor chute para rebelarte. Efectivamente, ese/a que vez navegando en la abundancia es la hija o el hijo de tu vecinos que, mientras tú no tienes nada, él o ella despilfarra y se enriquece sin límites ni sentido de culpa con los recursos que nos hemos dado para que tú nunca estuvieras en esa situación. Posiblemente esté ahí gracias a tu voto. Tú solo querías hacerle feliz cultivando para todos, pero él/ella ha decidido hacerse un golfo/a quedándose la cosecha para ellos solos.   

Si esperas que el 2024 plante batalla sin tu complicidad ni entrega, espera sentado al 2025, 2026, 2027, que todos serán igualitos. Pero siempre nos quedará el Saborea, amigo.

Si crees que ya has ganado, es que no sabes que el partido no ha acabado.

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