Fracaso laboral y social
- Eduardo Núñez González.
La mejora del estado del bienestar, la igualdad o la conciliación familiar parecen haber encontrado una piedra en el camino. Tras largas negociaciones entre partidos, sindicatos y patronal; finalmente la ley de reducción de jornada laboral de 40 horas semanales a 37,5; no ha salido adelante. Entiéndase bien, no es que no se haya aprobado, sino que ni siquiera ha sido aceptada a trámite. Esta disminución de jornada beneficiaría a 12,5 millones de trabajadores (56 % de la fuerza de trabajo). El resto, unos 10 millones, hace tiempo que disfruta de esta reducción. Se revalida e incluso se ahonda en una importante brecha en las condiciones de trabajo, que afecta a la igualdad. No existen dos Españas; sin embargo, este hecho confirma dos categorías de trabajadores.
Las responsabilidades de este fracaso están repartidas. En el mundo de la política, la parte socialista del gobierno se puso de perfil, no se implicó. Quizás en espera de éxitos mayores (aprobar la ley de presupuestos). Las tres derechas que han impedido el trámite de esta norma (PP, VOX y Junts), han defendido la parte más rancia de los intereses del capital. Sin embargo, encuestados los militantes y simpatizantes de estos partidos, la mayoría, más del 60%, era partidaria de esta reducción. Interesante sería ver cómo las direcciones explican lo que han hecho.
En cuanto a la derecha nacionalista catalana (Junts), tal vez la principal responsable de este desaguisado, constatar que vive en una realidad paralela. Pide cosas totalmente fuera de lugar (el catalán como lengua europea, un Consejo del Poder Judicial propio o la independencia). No se preocupa de los trabajadores catalanes ni de cómo mejorar sus condiciones de vida. Ya se oyen voces internas que piden volver a la cordura.
Pero las responsabilidades no acaban en la esfera política. Los sindicatos no han sabido estar a la altura. La jornada laboral, que se debatió por última vez hace 42 años, bien merecía más acción sindical a nivel corporativo y más movilización en la calle. Darlo todo, la ocasión lo merecía.
Tampoco la patronal ha brillado a gran altura. Es entendible que defienda los intereses del empresariado, pero paralelamente a una reducción de jornada, cabe hablar de productividad; menos horas, pero mejor trabajadas. Si el problema estaba en las pequeñas empresas y autónomos, se debería compensar de alguna manera. La propuesta de encauzar esta reforma mediante el diálogo social (convenios colectivos), es una burda aplicación del principio cartesiano "divide y vencerás". Más empatía con los demás colectivos.
Una vez más, los desacuerdos entre quienes representan los grandes intereses junto con la tibieza de otros, han impedido un importante logro laboral y social. La lectura positiva consiste en que se ha ganado el relato y la sociedad apoya este cambio, lo que contribuye a mantener en pie una esperanza de futuro.
Eduardo Núñez González.