Bendita contestación social
- Alex Salebe Rodríguez
Obviar que la consecución de derechos, su preservación y defensa para evitar inexplicables retrocesos, que los hay, ha costado y sigue costando sangre, sudor y lágrimas, es directamente ignorar el legado de la humanidad o absoluta falta de interés en el conocimiento de la historia que caprichosamente nos refriega acontecimientos que a veces se repiten con mismos pueblos actores en direcciones contrarias.
Esta semana un amigo me envió la fotografía en blanco y negro de un barco con refugiados judíos llegando al puerto de Gaza, en el año 46, con ocupantes que portaban una enorme pancarta: “los alemanes destruyeron nuestras familias y hogares. Por favor, no destruyan nuestras esperanzas”. Así es la noria de la vida.
La protesta social está siendo amenazada por políticos y formaciones políticas reaccionarias y medios de comunicación cómplices de la descontextualización de los hechos y la estrategia de la desinformación que tiene en la IA una de sus principales herramientas para empacar el vertido de falsedades.
La academia tiene el reto de trabajar junto al periodismo serio para ayudar a la alfabetización mediática de la sociedad con el objetivo de informar y poner a disposición de la audiencia elementos de análisis para promover el pensamiento crítico y detener y desenmascarar a políticos y políticas artificiales y comunicadores especializados en fake news, medias verdades y manipulaciones.
Preguntado por las barbaridades sin filtro que está diciendo la señora Isabel Díaz Ayuso (PP) sobre el genocidio que sufre el pueblo palestino y su defensa enraizada del Estado sionista y asesino de Israel, el veteranísimo y prestigioso periodista español, Pedro Piqueras, ya retirado de la frenética actividad profesional diaria, bordó con pocas palabras la sensatez de la flamante presidenta de la Comunidad de Madrid: “cada vez que la oigo hablar de este tema me sobrecoge, porque no sé tampoco qué intereses defiende, no me parece que esté en el mundo”.
Es durísimo que sitúen a una supuesta referente de la derecha española viviendo en los mundos de yupi, ajena a la realidad y desconectada de los problemas sociales, y que encima la señalen como posible parte implicada en perversos réditos personales o políticos.
El PP, Vox y su legión de serviles intentaron criminalizar la contundente protesta ciudadana que sacó a las calles banderas palestinas y denunció a gritos el genocidio en Gaza durante varias etapas de la Vuelta a España, consiguiendo llamar la atención mundial el pasado 14 de septiembre en la última y fallida etapa por el centro de Madrid, el tradicional paseíllo en bici que no pudo realizarse debido a las protestas propalestinas que sumaron miles de manifestantes con un final inédito que enarboló la bandera de la vida.
Con tal de desacreditar la contestación social, estos partidos se agarraron de las imágenes del derribo de vallas e invasión de la calzada para transmitirnos el mensaje de una protesta participada por toda una horda de gamberros y gamberras que con su actitud dañaron la percepción que se tiene en el exterior de Madrid y España.
La irresponsabilidad del PP llegó a tal punto que algunos de sus dirigentes aseguraron alegremente y sin pruebas que habían yihadistas camuflados en la gran movilización ciudadana de la capital del Reino. Sí, mucho enojo por la cancelación del colofón de la Vuelta, pero cero indignación por el asesinato de más de 66.000 personas en Gaza, una atrocidad a la que todavía rehúsan llamar genocidio. En opinión del PP, es más bien una “pérdida de civiles de origen palestino”, como lo escribió en X su presidente nacional, el señor Alberto Núñez Feijóo, otro digno ciudadano español empadronado en los mundos de yupi.
¿Qué decimos de la huelga general en Italia del pasado 22 de septiembre convocada por los sindicatos para denunciar el genocidio?, que también fue una histórica movilización de millones de desalmados irracionales que salieron a la calle porque se levantaron una mañana con ganas de hacer ruido. El pueblo italiano desafió la postura del gobierno conservador de Giorgia Meloni y enseñó al mundo otra elocuente estampa de cabreo y solidaridad. La ciudadanía no solo va por delante de los gobiernos, sino que apremia sus acciones.
Históricamente la cultura ha sido una de las caras más valientes y necesarias de la protesta social, y menos mal. El Comité de Dirección del Festival de Cine de San Sebastián, celebrado en su edición número 73 durante esta última semana, emitió un comunicado de repulsa exigiendo el fin del genocidio y denunciando el desprecio a la legalidad internacional. El Festival también fue escenario de protestas propalestinas con el apoyo de artistas vinculados a la industria del séptimo arte e invitados de la talla de Serrat, que reivindicó en sala lo que la gente reclama en la calle, la falta de respuesta contundente y unánime de los gobiernos del mundo, “sobre todo de aquellos que se atribuyen el papel de garantes de la paz y la libertad”.
Amnistía Internacional nos recuerda que el derecho a la protesta, en vez de estar codificado en una sola ley o tratado, está protegido en virtud del derecho internacional de los derechos humanos por disposiciones consagradas en varios tratados internacionales y regionales que garantizan cada uno de estos derechos distintos pero que se refuerzan mutuamente. Tomados en conjunto, proporcionan a quienes protestan una protección integral. Ojalá veamos ondear banderas palestinas en el recorrido de la Vuelta Ciclista a Lanzarote los próximos 4 y 5 de octubre, todo gesto pacífico cuenta.