Apretemos el bolsillo
- Alex Salebe Rodríguez

Tenemos 24 años de residir en Lanzarote, siempre en nuestro querido municipio de Yaiza, que vio nacer a nuestro hijo, y contamos los mismos años, exactamente 24, sin pasar navidades con nuestros padres y familiares más cercanos en Colombia.
Es incluso más caro cruzar el charco el fin de año que en verano. Las tarifas para esta época son tremendamente abusivas y ni el timo del black friday que nos cuentan la mayoría de compañías aéreas compensa la decisión de rascarse el bolsillo para viajar. Y no solo es poner el culo en el avión, sino los gastos que todos y todas sabemos lleva aparejado salir de vacaciones. Para la mayoría de españoles, ya es un lujo viajar, y si es factible, hay que tirar de ahorros, que también se han convertido en una quimera, o entregarse a las garras de los bancos en uno de esos préstamos de “fácil” contratación.
Aún así, sabiendo que la familia es el valor más importante de nuestras vidas, y a partir de allí, no es que todo sobre, pero sí que es prescindible, todavía no estamos curados de espanto. Para Navidad y Reyes siempre tenemos la tentación de comprar y consumir productos que luego nos damos cuenta no necesitamos.
Es muy probable que en algún momento de nuestras vidas hayamos caído en el hechizo, muy a pesar de la escuela del hogar, que en mi caso, y seguro que en el de muchos niños y niñas, nos hayan puesto el freno de pie y el de mano también cuando nos moríamos por un capricho que no estaba al alcance del bolsillo de nuestros padres o tutores. Me preguntaba el porqué aquella familia sí podía y la nuestra no. Cabreaba y te ponías rebelde sin causa, pues sí, pero con el paso de los años te das cuenta que el tesoro impagable que nos legaron fue la educación.
Enciendes la tele y nos ofrecen esta vida y la otra, miras el email, y aparece petado de publicidad y ofertas “irrechazables”. No paramos de bloquear números desconocidos previendo que se trata de empresas con estrategias de ventas para inducirnos a la decisión de compra. Los bancos entraron hace rato en la dinámica y van a por nosotros con el mensaje seductor de “aprovecha, último día para que accedas a tu crédito” de no sé cuántos miles de euros.
Y qué decir de los famosos algoritmos que descifran nuestros gustos. Estamos hablando de un producto o servicio y de la posibilidad de adquirirlo y en menos de un santiamén, leyendo cualquier diario, te salta la publicidad de marcas como por arte de magia. Estamos súper controlados, pero la decisión está en nuestras manos, y como decimos en el Caribe, si no hay tevillegar (dinero), por muchas ganas o tentaciones, no hay ilusionismo que valga, es la ley del mercado y punto. Cada uno es libre de hacer con su dinero lo que le apetezca. Yo, por ejemplo, ya estoy por la labor de confraternizar en almuerzos cuando se puede, y disfrutar de la sobremesa de las risas y el vacile, que casi siempre están de ofertas.