Hormiga en mi laberinto
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ

La vida es el único laberinto en el que no queremos encontrar la puerta de salida. Ni quienes se mueven en él, ni quienes les queremos. La vida es también el único laberinto en el que tenemos garantizada la salida. Llegado el momento, allí donde estemos, estará esa puerta de salida. No importan las vueltas, lo perdido que estuvieras o las ganas o no de salir. Llega y no queda más remedio que aceptarla.
A medida que van pasando los años, las pérdidas se van acumulando. Es como si antes de encontrar tu propia salida del laberinto, tuvieras que sufrir el desgarro de quienes te han ayudado a crear tu yo. Desgarros dolorosísimos que te convierten en un puzle del que vas perdiendo piezas que se anuncian en esquelas. Los padres, los mentores, los amigos, los compañeros, los ídolos. Todos, hasta que te conviertes en la pieza que desgarra a otro. Hoy, con la muerte de Hormiga (Antonio Félix Martín Hormiga), siento ese desgarro poderoso, doloroso, íntimo.

Conocí a Hormiga, como a tantas otras personas, fruto de mis relaciones profesionales. Yo era un veinteañero y él un cuarentón. Había un océano temporal en medio, pero congeniamos bien. Hormiga era un “jugón” de las palabras, disfrutaba ordenándolas, dándoles sentido poético o inventando cuentos o relatos que siempre se enredaban con nuestra historia. También hacía sus incursiones en la pintura o en el teatro. Pero no quiero hacer un listado de sus obras. Porque eso sigue ahí, vigente. Prefiero despedirme de él, recordando lo que realmente pierdo.
Me gustaba sentarme con él y disfrutar de su conversación. Del pensador que llevaba sombrero pero que no bajaba la cabeza. Aprendí mucho con él de nuestras cosas canarias, de nuestros vecinos africanos y de literatura. Siempre tuvo un vínculo enorme con su terruño, con su gente, con su cultura. En una isla como la nuestra, no se encuentran muchas personas con el bagaje de Antonio Félix Martín Hormiga, ni con sus ganas de contarte mil historias, unas verdaderas, otras inventadas, pero todas mágicas. Sin duda, su partida nos ha dejado sin uno de los grandes personajes de la isla, sin un referente cultural que nos anclaba al terruño ante el permanente oleaje que golpea nuestro propio laberinto.
Siento enormemente la pérdida. Tanto como agradezco haber tenido la oportunidad de conocerle y quererle. Descansa en paz, amigo.