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De León a Sarria, lo más alto del Camino

Una experiencia de ocho días que nos lleva desde la capital de León a Sarria, en Galicia, cruzando montañas, coronando puertos, entre viñedos en el impresionante Bierzo y con bajada espectacular, y sufrida, a Ponferrada. Y O Cebreiro, que es el cielo

El Camino de Santiago, desde Lanzarote (IX)

AL CAMINO, DE VUELTA AL CAMINO. Han pasado 15 meses largos desde que nos fuimos. Pero aquí estamos otra vez. Para seguir camino de Santiago, el mismo que iniciamos en Saint Jean Pied de Pont (Francia), bajo una inconsolable tormenta que nos enchumbó hasta los huesos, en septiembre del año 2015. En aquella ocasión llegamos hasta Logroño, después de siete días de caminata. El año siguiente, en 2016, en mayo, nos acercamos a León, después de recorrer las llanuras de La Rioja, Burgos , Palencia y parte de León, durante 11 días de pie y camino. Ahora, afrontamos, en septiembre, de 2017, ocho días de esfuerzo continuo por la provincia de León, en plena Maragatería, El Bierzo y la cordillera leonesa y gallega, donde nos esperan los puertos de montaña de Foncebadón y O Cebreiro. Será dura pero también excitante. Ocho días para reflexionar mientras los pies se resienten al ritmo que la mente interioriza sus querencias. A por Sarria. De Lunes a lunes.

 

ATRÁS QUEDA LEÓN, NOS VAMOS A SAN MARTÍN DEL CAMINO. Comienza el día y la caminata. Atrás dejamos León y su catedral preciosa; León y Barrio Húmedo divertido y su calle Ancha y su parador que fuera hospital de peregrinos. Cruzamos el río y nos vamos. Hasta siempre, León, última ciudad del Camino hasta llegar a Santiago. Nos queda Ponferrada como alivio urbano del camino. Y Astorga y su cocido maragato. Pero eso todavía tiene que esperar. Ahora toca caminar y caminar.

AMBIENTE DE CAMINO. Poco a poco, a lo largo de la mañana, vamos entrando en el ambiente del Camino. Otros peregrinos que saludamos con el tradicional "Buen camino" y muchos bicigrinos, peregrinos en bicicleta. Se ha puesto muy de moda lo de hacerlo en bici y este año parece más la Vuelta que el Camino. Muchos, muchos. Te pegan el grito, con el correspondiente susto, para que te apartes y luego te saludan. Es la otra versión más rápida de hacer el Camino. Preferimos caminar, no tenemos ninguna prisa y sí mucho interés en disfrutar en intensidad de lo que el camino te da.

SAN MARTÍN DEL CAMINO, primer objetivo solventado. Llegamos a la primera parada. Seis horas de camino, 26 kilómetros después llegamos al pequeño pueblo de San Martín del Camino. Es un pueblo pegado a las dos orillas de la carretera nacional. Apenas cuenta con los dotaciones básicas, y un bar restaurante de un ex peregrino asturiano que debió perder el sentido de la orientación para querer vender comida de ventorrillo con la retórica de un gran restaurante. Alrededor de unos doscientos peregrinos encontramos por el camino. Brasileños, norteamericanos, canadienses, alemanes , australianos , escandinavos y algún inglés dan el sentido multicultural al encuentro. Toca descansar que mañana se madruga para salir como tiros para Astorga. La capital de la Maragatería nos espera a menos de 30 kilómetros. Ya huelo el cocido típico. Primero la carne, después las verduras y, finalmente, la sopa. Mañana te como, cocido, que caminar me hace pensar pero no reduce un mínimo el apetito atroz que me acompaña por estas tierras españolas, origen de conquistadores y centro de un imperio. ¡Ah!, lo más destacado de este pueblo es un singular tanque ( el de la imagen) que alguna vez ha sido confundido con un ovni. ¡En fin, anécdotas

A POR EL COCIDO MARAGATO. Esta llanura de la Maragatería me abre el apetito. Entre el fresquito, seis grados cuando salimos de San Martín del camino, el "pipipí" de los bicigrinos y los kilómetros que llevamos ya, siento un especial apego a ese puchero inverso que llaman por estas tierras cocido maragato. Para asombro, el puente sobre el río Órbigo, en Hospital de Órbigo, que se tira medio kilómetro de longitud de piedras y enfosque para un chorrito de agua que pasa por debajo. Lleva allí unos cuantos cientos de años, seguro que en otras temporadas y estaciones la desproporcionalidad no parece tanto. Seguimos andando, la vieja ciudad romana de Astorga nos espera. ¡Y el dichoso puchero!

Este el puente que te ponen en la entrada de Astorga para sortear la vía férrea. Es lo más parecido a las ya extintas curvas de la Tegala que he visto. Un zig zag que maldita la gracia que hace después de caminar unos 26 kilómetros. Bueno, bueno, todo sea por el cocidito ese...

Chacho, chacho, chacho, el cocido maragato me sentó fenomenal. El puchero inverso, que le llamo yo, es una exquisitez abundante en carnes y verduras y rematado, al final, con la sopa. En el restaurante Casa Maragato lo hacen que da gusto y lo sirven con una profesionalidad envidiable. Como no podía ser de otra manera, la empresa tiene dos restaurantes y el que más cerca nos quedaba cierra los martes. El kilómetro de más por el centro de la ciudad valió la pena.

Astorga es una ciudad pequeña, de unos 12.000 habitantes, capital de la Maragatería, pero bien dotada y reflejo de su larga historia. Con catedral del siglo XII, edificio Consistorial del XVIII, y un centro histórico coqueto. Yo me quedo con el Edificio Episcopal, obra de Gaudí, una de las pocas obras que hizo fuera de Barcelona y que les enseño en la foto. Es hora de acostarse. Mañana, miércoles, la jornada será más exigente con subida final al Monte Irago, donde se encuentra Foncebadón, un pueblo en las alturas, que estuvo completamente abandonado y que gracias al Camino tiene algo de vida. Mañana les cuento.

DE RABANAL AL CIELO (o a Foncebadón). Madrugamos, como siempre, en esta tercera etapa, aunque nos despertamos más ansiosos. Sin desayunar, con las mochila prieta con 13 kilos de peso y el ánimo que siempre da hacer las cosas sin obligación externa, abandonamos Astorga en busca de metas más altas. Metas de montaña, vamos. Estamos ya en Rabanal del Camino, a más de 20 kilómetros de Astorga y a cerca de seis del pueblo resucitado de Foncebadón. Pero, cuidado, el descansito que hacemos aquí, tiene su explicación. En esas dos decenas de kilómetros hemos acumulado un desnivel positivo de 280 metros y en los casi seis que nos quedan hay otro tanto. Con lo que es obvio que esta parte va a ser empinada de verdad. Empiezan los montes leoneses, Vamos en busca de Irago, y del pueblo que encierra en sus altas entrañas. ¡Foncebadón, eres nuestro!

Llegamos a Foncebadón cansados, con ganas de comer para, después dar una vuelta por el pueblo misterioso, que está más recuperado de lo que esperaba y de lo que me contaron todos esos libros que he leído. Estos últimos 6 kilómetros han sido un aviso de la dureza que pueden tener las próximas jornadas. Pero no adelantemos acontecimientos. Disfrutemos del momento.

DE NOCHE, LLUEVE, CON NEBLINA Y NOS VAMOS DE FONCEBADÓN. Dormí bien en este pueblo, cerca de mil quinientos metros de altitud y me desperté temprano como siempre. Con las mochilas a cuestas, sabiendo que nos esperaba una jornada larga y dura, nos fuimos a la calle. A pesar de que eran las siete y media de la mañana era noche cerrada todavía. Además, llovía, sin mucha gana pero caían gotas, y la espesa neblina también madrugó. Vimos movimiento en los distintos albergues en el pueblo dónde los únicos protagonistas son los peregrinos. El resto de la gente, son servidores de ellos. Los que llevan los alojamientos, los que llevan el bar, los que llevan la tienda que sirven a los peregrinos. Entre los que nos atrevemos a abandonar el cobijo, a pesar de las inclemencias del tiempo y la hora, está el mexicano dicharachero, biotipo típico, pequeño, piernas delgadas a la vista y movimiento ágil en la caminata. También veo a una señora extranjera que parece llevar en la espalda un container en lugar de una mochila y una pareja de peninsulares que hacen de lugartenientes del azteca. Nos ponemos detrás de unos que llevan linterna en la cabeza y proyectan luz en el camino. Sigue la subida por la única calle del pueblo y nos metemos en un camino que nos llevará hasta la impresionante Cruz de Ferro, que no es otra cosa que un palo de unos diez metros de altura que tiene en su alto una pequeña cruz que es venerada por los peregrinos, que la han convertido en un icono y mantienen la costumbre de, espaldas a la misma, tirar una piedra que traen desde no sé dónde.

La famosa Cruz de Ferro, en el puerto de montaña Foncebadón, situada a unos 1500 metros de altitud, el techo del Camino Francés en España. Todas esas piedras que ven las han dejado los peregrinos, que año tras año llevan una para, de espaldas, tirarla ahí. La fe y las costumbres no sólo mueven montañas, a veces, hasta las hacen, aunque sea piedra a piedra. A partir de aquí, nos quedan unos 25 kilómetros cuesta abajo para llegar al destino de hoy, Ponferrada, la capital de Bierzo, la última gran ciudad ( 69.000 habitantes), del camino hasta llegar a Santiago, la ciudad del puente de hierro sobre el río Sil que le dio su nombre Pons ferro

El MARTIRIO DE LA BAJADA. Las personas que caminan con frecuencia saben que el bajar caminando, por zonas con pronunciada pendiente, provoca más daños al caminante que subir esa misma zona. Los más de 26 kilómetros de bajada a Ponferrada desde los montes de León ha sido realmente dura. Las rodillas, pero especialmente los dedos de los pies han salido realmente perjudicados en su constante choque con la bota. A pesar de la depuración del estilo para suavizar el golpe fue imposible salvar del todo el daño, aunque sí se ha atenuado. Esta cuarta jornada de caminata, que ha significado dejar atrás la Maragatería para entrar en el Bierzo, ha sido la más dura. trascurre por carretera, por senderos, pero es especialmente duro transitar los barrancos de pizarra deteriorada que obliga a ir muy pendiente y castiga mucho los pies.

Caminos de pizarra como este, en una bajada, castigan enormemente los pies.

NOS VAMOS HACIA VILLAFRANCA DEL BIERZO. A pesar de lo perjudicado que quedaron mis pies, especialmente los dedos, ayer, ya estamos con la misma ilusión en la caminata, siguiendo el camino, tirando para Santiago de Compostela. Quinta jornada consecutiva. Más de ciento veinte kilómetros con subida y bajada impresionantes incluida. Y, hoy, me voy a vengar de ayer, que llegamos tarde y no pudimos comer con fundamento. Apenas unas papas fritas y un par de huevo y una raja (de melón) fue todo el sustento. Pero en Villafranca, después de una caminata que se presenta fácil, en un entorno lleno de parras, y con ese olorcito a vino, me mando un botillo como que me llamo Manuel. Enterito. y le voy a hacer una foto para explicarles, a los que no saben lo que es, qué tiene. Ahora, a caminar. Adelante pies míos. ¡Ay, ay, ay!

EL BIERZO, UN MANANTIAL DE VINO. Más de tres mil hectáreas de vides son el soporte del vino de El Bierzo. En El Centro de Interpretación del Vino de Cacabelos nos explican sus características y nos dicen q hay casi un centenar. Por cierto, el vino está muy bueno, con mucho cuerpo y color.

Allí ya se ve el pueblo en el que voy a probar el botillo, Villafranca del Bierzo.

EL BOTILLO PROMETIDO. Después de caminar unos 23 kilómetros por la zona del Bierzo que separa Ponferrada de Villafranca del Bierzo, un espacio lleno de vides que recuerdan el buen vino leonés, el apetito se hace un hueco cada vez mayor. Además el día está fresquito. Todo ayuda a que nos atrevamos a echarle el diente al plato típico del Bierzo, el botillo, una tripa de cerdo llena de diferente tipos de carnes y chorizos. Además, nos han puesto unas papas sancochadas (cocidas, dicen por aquí) con aceite de oliva y unos trozos de col realmente buenos. Ha valido la pena esperar y acompañarlo con un buen vino berciano. De postre, un buen arroz con leche con muchííííííísima canela, como a mí me gusta. Una comida perfecta para prepararnos para mañana, que tenemos la prueba reina de la montaña, con llegada a Galicia, abandono de León, en las altas montañas galaico leonesas. Si todo sale bien, mañana, después de recorrer algo más de 30 kilómetros, con unos diez últimos realmente duros, estaremos en O Cebreiro, el primer pueblo gallego en el Camino Francés y punto histórico de este recorrido.

Para los que quieran saber algo más del botillo les dejo el enlace siguiente: https://es.wikipedia.org/wiki/Botillo

Peregrinos en Villafranca del Bierzo.

PREPARADOS. Para disfrutar de una caminata durante varios días, minimizando los daños, hace falta usar la cabeza además de los pies. Cada persona tiene su forma de caminar. Ritmo, necesidad de descanso, horas preferidas y todas esas cosas. Pero, además, hay que cuidar de forma concienzuda la parte del cuerpo que más va a sufrir a lo largo de estos días: los pies. Hay que mimarlos. Para ello, después de la ducha y antes de salir a caminar, hay que reunirse a solas con los pies. Primero los hidratamos con una crema que extendemos de forma uniforme por todo el pie. Con mucho cariño. Acariciando los dedos, evitando que se quede crema entre los mismos. Masajeando la planta. Acto seguido, se observa si hay alguna ampolla o similar. En caso de que haya, se le neutraliza con una tirita.

El siguiente paso, para una caminata, como la que nos espera hoy, de alta exigencia, con un final de siete kilómetros donde ganamos un desnivel de más de 600 metros, recomienda proteger los dedos con dediles, que son una especie de guante de silicona para amortiguar el golpe de la puntera de la bota con los dedos y el rozamiento entre ellos mismos. El siguiente paso es ponerse unos calcetines sin costuras y que queden firmes. Y ya, por último, nos ponemos las botas de montaña, en mi caso, de caña alta. Debemos ponernos calzado suficientemente usado, para que el pie se acomode con facilidad y evitar también las botas viejas, desgastadas, porque podrían provocar caídas en zonas peligrosas. Ya estamos listos para afrontar la caminata de hoy. Nos vamos a Galicia, a O Cebreiro, recorriendo la que se considera la etapa más dura del Camino de Santiago. Salimos temprano, para aprovechar la mañana. Hace frío, 5 grados centígrados.

PERROS EN EL CAMINO. Los perros son una constante en las crónicas de autores que han escrito del Camino. Es normal que haya perros en las zonas rurales y que además sean de razas grandes y fuertes. Pero ya no se ven esos perros de los que escribía el brasileño Paulo Coelho al llegar a un Foncebadón mucho más abandonado en los años ochenta que ahora, que el camino es transitado por 40 veces más peregrinos que hace treinta años. Estos dos que se ven en la Foto seguro que no saben ni lo que significa la palabra salvaje.

Subida...

Los últimos kilómetros son especialmente duros. Muchos peregrinos, antes de iniciar este importante repecho kilométrico, se quitan la mochila y la mandan arriba con unos taxis que están habituados a prestar estos servicios. Hay quien incluso él mismo se sube en el taxi junto con las mochilas. En días de lluvia, los abandonos son más numerosos porque los senderos se complican muchísimo. No es el caso de hoy. La pendiente es grande, el suelo irregular pero no llueve así que sin excusa, sudamos y seguimos con nuestras mochilas incluidas. Prefiero mil veces esta subida de fatiga que repetir la bajada a Ponferrada. Con solo pensarlo, me duelen los dos dedos gordos de los pies.

CAMINO DE TRIACASTELA, SÉPTIMA Y PENÚLTIMA. Hacía tiempo que no dormía tan profundamente y bien. En Pedrafita de O Cebreiro, a cuatro kilómetros de O Cebreiro encontramos alojamiento y unas horas de paz y piernas caídas. El esfuerzo de ayer fue considerable. Entre la pendiente, los 30 kms, y que ya van seis, incluida la bajada a Ponferrada que me retorció los dedos con saña, llegamos realmente cansados. Pero también maravillados de una caminata por un lugar espectacular, rodeados de gente de una veintena de países que están al quite para ver quién es más agradable y respetuoso. Aquí hay norteamericanos, daneses, australianos, sudafricanos, canadienses, ingleses, alemanes, españoles, mexicanos, brasileños , colombianos pero todos son peregrinos y a todos se les desea buen camino y se les sonríe con devoción y entusiasmo. No importa si haces el camino por religión, cultura, gastronomía, deporte, pena, o lo que sea. Todos somos uno para ayudar al otro. Ese aire de solidaridad, al margen de creencias y credos, sí está en el camino. Y no se ve en muchos otros lugares. Los que creen, evidentemente, entran en las iglesias con verdadera devoción desde que llegan a los pueblos. Da lo mismo que sea románica, que renacentista o barroca o simplemente una barraca con una cruz, buscan su refugio espiritual y lo encuentran entre piedras, piedras y techumbres de mil y una formas. Otros muchos nos extasiamos sólo con ver el esplendor verdoso y diverso de los valles gallegos desde lo alto. Tan lejos como se pueda del aroma de las vacas, servidas en bostas, y tan cerca de los buenos chuletones que se sirven en estas tierras a precios sin competencia. Vamos a arriba, llega la hora de andar, de ir a Triacastela, penúltima parada en nuestra tercera visita al Camino Francés que va a Santiago de Compostela. Será suave, es lo que corresponde después del esfuerzo de ayer.

Un paseo de ensueño. Jornada tranquila, de no mucha exigencia física, apenas 20 kms, en cinco horas, de subidas y bajadas pronunciadas pero asumibles. El paisaje es impresionante desde por la mañana con la neblina rozando O Cebreiro mientras nos alejamos por un sendero rodeado de helechos inmensos. A medida que bajamos y volvemos a subir y bajamos de nuevo para llegar a Triacastela, cruzando pequeños pueblos de vaqueros, techos de pizarra y ermitas románicas. Un verdor de distintas tonalidades te recrean un horizonte de éxtasis para dos lanzaroteños que supieron de la existencia de los bosques por los libros de texto. Y huele, y huele, y huele a vaca que marca la vida del lugar dándolo todo, desde sus carnes a su leche. Pero también deja caminos y entradas a los pueblos cargados de excrementos hasta que la bosta se te pega con saña a la bota. Es espectacular y tan distinto, que saber que me estoy comiendo un chuletón de una pariente de estás me da cosa. Pero está riquísima y a tan buen precio que ya ni me acuerdo de aquel olor que estuve a punto de tildar de pestilente.

Se cumple la vigésimo quinta etapa del Camino, la séptima de este año y ya estamos a tiro de piedra De Santiago. Aún así, mañana nos ponemos las botas por última vez por este año en el Camino. Nos quedan 18 kilómetros de disfrute y experiencia y los 100 restantes quedan en la mochila para 2018. Tarde de domingo de relax, en el camino todos los días son especiales, distintos, sin lunes, martes ni los otros prefijados que corresponden a la cotidianidad de la vida fuera del Camino, intramuros de ciudades y pueblos.

A SARRIA Y HASTA EL AÑO QUE VIENE. Octavo día del tercer año en el Camino Francés. Nos queda un suave paseo de unos 18 kms. hasta Sarria para cumplir nuestro objetivo. Será todo un placer caminar tranquilamente durante unas cuatro horas entre bosques de robles, castaños y demás en estos sube y baja de Galicia. Es sencillamente impresionante. Además, hoy se espera lluvia. Menos mal, estar en Galicia y que no llueva desnaturaliza la visita al lugar del orbayo. Caminaremos felices, llueva o no, pero si llueve más. Dejamos atrás este pequeño pueblo y nos vamos a Sarria que tiene vida casi de pequeña ciudad con sus más de 13.000 habitantes, su casco histórico y la animada orilla del río del mismo nombre.

Creo que vamos demasiado lento, Pepe. Mira quién nos ha adelantado y con qué mochila va. ¡Será babosa! Esta lluvia trae estas cosas.

Parece barro acumulado en la entrada del pueblo por la lluvia. Pues no, ni lo trajo la lluvia ni es tierra. Ha sido depositado por las vacas y no huele del todo bien.

¡LLEGAMOS! Sarria es nuestra puerta de salida este año del Camino de Santiago y la de entrada el próximo año para acabarlo. De aquí sale el 25% de los peregrinos que van en busca de la Compostelana porque le separa de Santiago unos 100 kilómetros, recorrido mínimo exigido. Hoy ha sido una caminata de apenas cuatro horas, 19 kms y algo mojadita. Espectacular el paisaje. Galicia bien vale enchumbarse un poco. Ahora toca quitarse la vestimenta de peregrino, ducharse y darnos un homenaje de almuerzo en reconocimiento del objetivo conseguido. Y de las ganitas de comer que tengo, todo sea dicho. Hoy me apetece un chuletón o algo así, no me voy de la vaca con lo que encontré por el camino, que nos vamos con ese mal olfato. Satisfechos del recorrido, de la experiencia y de todo por tierras de León y Galicia. La próxima será sólo en Galicia, primero hasta Santiago de Compostela y después hasta Finisterre, pero Galicia es todo un mundo. Y lo vamos a descubrir y disfrutar con mucho gusto. El gusto es mío.

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