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La respiración asistida puede producir daños neurológicos

La respiración artificial es la ventilación asistida mediante diversas técnicas en una persona que ha dejado o se le dificulta respirar. Consiste principalmente en mantener las vías respiratorias despejadas y estimular la inhalación y la exhalación. A diferencia de la reanimación cardiorrespiratoria, este método no implica las compresiones torácicas para avivar la circulación sanguínea. La táctica fundamental es la respiración de boca a boca, en la cual el socorrista exhala dentro de la boca del infortunado, dando tiempo a que la víctima exhale a su vez. La apertura o liberación de las vías aéreas es la primera acción que debemos realizar cuando hemos constatado que el paciente está en parada respiratoria o cardiorespiratura (cuando no respira o cuando no le late el corazón).

En caso de que no seamos personal sanitario tendremos dos maneras de realizar dicha liberación. Si no sospechamos de que el paciente tenga una lesión cervical realizaremos la “Maniobra Frente-Mentón”. Pondremos una mano sobre la frente, dos o tres dedos de la otra mano sobre la barbilla y elevaremos la barbilla; esto libera el paso del aire. Si sospechamos de que el paciente tenga una lesión cervical realizaremos la “Maniobra de Elevación Mandibular”. Pondremos la mano en los dos extremos traseros de la mandíbula (donde la mandíbula se acaba) y elevaremos la mandíbula. Inspeccionar la boca, si se ve algún objeto (chicle, alimentos, objetos extraños, quitarlo delicadamente. Sólo eliminar los objetos que estén a la vista. Si somos personal sanitario colocaremos una “cánula” o “tubo guedel”. Para ello deberemos elegir el tamaño adecuado de canula calculando la distancia que hay desde los labios de la boca y la parte del cuello que cambia de forma. Según la vamos metiendo giraremos progresivamente la cánula para que esta pueda entrar hasta el fondo.

 La ventilación artificial puede ser hecha con varios dispositivos: la máscara bolsa balón con válvula unidireccional otorga aire enriquecido con oxígeno (que está en la bolsa) a través de una máscara de interposición facial (pero es externa y no entuba, no abre las vías aéreas). Para ello se usa una cánula orofaríngea, llamada Bergman, tubo de Mayo o cánula de Guédel (estas no impiden el contacto boca a boca si no hubiera máscaras o máscaras con balones de aire) o Maselli, y es necesario para facilitar el pase del aire al colocar la lengua en su lugar e impedir que caiga hacia atrás y adentro por la relajación de la inconsciencia, además de si la persona presenta una lengua voluminosa, como por ejemplo en casos de edema de Quincke. También posee una boquilla para el reanimador con una protección a modo de máscara, que impide todo contacto boca a boca.

 Ahora, La Universidad de Oviedo, en colaboración con el hospital St. Michael de Toronto y la Universidad de Pennsylvania, ha demostrado a través de un estudio que la ventilación mecánica a la que se somete a los pacientes ingresados en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), provoca a medio plazo daños neurológicos. La Universidad, a través de una nota de prensa, ha explicado este jueves que los investigadores han descubierto un mecanismo molecular que explica la conexión entre la respiración asistida y los daños cerebrales. El trabajo ha sido publicado recientemente en la revista ‘American Journal of Repiratory and Critical care medicine’. Según la Universidad, al menos un 30 por ciento de los pacientes ingresados en la UCI y que reciben ventilación asistida padecen algún daño neurocognitivo que a medio y largo plazo se traduce en síntomas como ansiedad, depresión y, especialmente, delirio. “Los experimentos en el laboratorio de la Universidad asturiana constataron que la distensión pulmonar producida por la ventilación mecánica provoca una señal que transmite el nervio vago y un incremento de la liberación de dopamina, que causa muerte neuronal”, explica la institución.

 Las pruebas realizadas en el laboratorio y en el Banco de Cerebros del Hospital Universitario Central de Asturias han desvelado cómo se produce el daño cerebral en los pacientes. La descripción del mecanismo molecular permite aplicar tratamientos que eviten esos daños gracias a la dispensación de medicamentos antidopaminérgicos a los pacientes susceptibles de sufrir estas lesiones. El siguiente paso en la investigación del equipo, liderado por el doctor Guillermo Muñiz Albaiceta, supone lograr un diagnóstico precoz y determinar qué pacientes tienen una mayor probabilidad de experimentar estos daños a través de estudios genéticos. “Hemos establecidos ya los modelos en ratones y ahora estamos buscando aproximaciones terapéuticas que nos permitan evitar ese mecanismo molecular que acaba por dañar el hipocampo”, ha explicado el doctor Muñiz Albaiceta. Los hallazgos podrían conducir a nuevos usos terapéuticos de los fármacos que ya están en el mercado y abrir la puerta a la creación de nuevos medicamentos específicos.

 

Áurea Gutiérrez

Divulgadora Científica

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