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Femés, un nombre aborigen para un valle tan singular como espectacular

 

Llegamos a Femés temprano. Era el último domingo de octubre  y el primero con horario de invierno. Así que a las 7:15 horas empezamos a caminar, ya era completamente de día y el valle se presentaba impresionante. El objetivo es recorrer, por ambos márgenes, el fértil valle, que de oeste a este, se extiende, en lo alto, entre este pueblo y su vecino, Las Casitas. Uno para ir, la ladera norte, y otro para volver, la sur, en lo alto de la sierra montañosa que nos da vistas del valle pero también de los impresionantes barrancos de Los Ajaches y del mar.

Salimos del pueblo por la Avenida del Rubicón, aunque nos desviamos a la derecha y fuimos por dentro, abandonando la carretera general para disfrutar de la limpieza, casas blancas y vecindad tranquila de Femés para acabar volviendo a la carretera principal, antes de desviarnos por un camino agrícola que nos llevaría hasta el Lomo del Vallito, y a la falda de la montaña que cobija Las Casitas. Es un camino que se estrecha y acaba siendo sendero en la parte más montañosa y después, entre las montañas, en el Lomo del Vallito,  desemboca en un camino de camiones que nos lleva, de nuevo, hasta la carretera general que atraviesa el valle, que hay que cruzar por la vega, y sus metros de tierra fértil de altura para conectar con el relieve montañoso del margen sur, el de regreso.

Impresiona el margen norte, desde este camino, por el cuidado que todavía le dan a las fincas y lo discreto de las construcciones de los cuartos de aperos. Ya se ven brotar millos en surcos largos y rectos y también otras plantaciones. Por su parte, en las tierras no cultivadas, las lluvias recientes animan a las semillas silvestres a tomar vida propia. Está todo muy verde.

Avanzamos con rapidez. Mi compañero Fran J. Luis está encantado. Es la primera vez que se recorre a pie el perímetro del valle completo y no deja de manifestarme su deleite con este valle que, como su vecino Fenaso, con el que comparte nombre aborigen, se extiende  de oeste a este, como puede ser también el de Guinate, en el norte de la isla, y alguno más en Lanzarote, pero diferente a la gran mayoría que se despliegan de norte a sur, buscando el mar en tiempos de lluvia. El valle de Femés no busca el mar, queda encerrado con los dos pueblos mencionados al límite del Monumento Natural de Los Ajaches. Puede tener cerca de tres kilómetros de fondo, y la parte más próxima a Las Casitas ha cogido un aspecto más industrial, donde es preocupante que una parte se dedique a tirar escombros. También está en esta zona la extracción de tierra fértil para llevarla a los enarenados. Hay altura de metros de tierra extraída para llevarla a fertilizar nuevos campos. Cruzamos la carretera, dejamos atrás esta zona y empezamos a subir las montañas para desplazarnos por lo alto y tener mejores vistas desde el sendero. Al principio, la subida es exigente, pero el sendero está en perfecto estado. Pero desde que alcanzas altura, avanzas sin demasiado resentimiento corporal. Pico de La Oveja, Pico de Las Flores, Pico de Los Cuervos. Pico, pico, marurico… Bello. Muy bello el valle y espectaculares las vistas de los barrancos que van al mar por la otra vertiente, por los Ajaches. Barranco del Fraile, Valle del Pozo, Barranco del Higueral, y en el fondo la playa y más allá las decenas de jaulas marinas que permanecen allí a prueba de viento y mareas políticas.

 Ya, con el Pico de La Aceituna delante, al lado de las instalaciones ganaderas de los hermanos Reyes, con sus cabras saltando de un lado para otro, afrontamos la bajada al pueblo de Femés por un camino que es un viejo conocido, pero si te despistas puedes acabar en el suelo porque es muy vertical y resbaladizo. En tres horas, hemos dado por resuelta nuestra curiosidad sobre el valle de Femés. Queríamos acabar pronto, por eso empezamos muy temprano, porque estamos sufriendo en la isla una ola de calor y una alta humedad, que no es  normal en estas fechas, pero que está pegando muy fuerte. Evitar la exposición a estas altas temperaturas debe ser un objetivo básico y por eso quedamos maravillados de poder hacer esta caminata, corta, menos de 10 kilómetros, pero tan singular como llena de variedades de flora y paisajística con un día que acompañó a pesar de todas predicciones.

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