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Nacionalismo y autogobierno: ¿hay futuro?

Para muchos, Canarias, debido a su identidad singular forjada por circunstancias geográficas, culturales e históricas, es una Nación, aunque sin Estado.

No voy a perder tiempo ni esfuerzos es constatar ese hecho. Baste con aludir a cualquier Estado de Latinoamérica, en especial Venezuela, con quien compartimos cultura y lengua, o con islas o archipiélagos como Cuba, Filipinas, Puerto Rico o Cabo Verde con quienes nos identifican singularidades geográficas. En fin, como todas esas naciones, los canarios compartimos un territorio, el archipiélago; vínculos históricos, culturales, religiosos, etc.; tenemos conciencia de pertenecer a un mismo pueblo y hablamos el mismo idioma.

Creo que es evidente que para cualquier nacionalista la finalidad es precisamente la consecución de un Estado o, al menos, adquirir un estatus político que permita tomar decisiones sobre el futuro, en particular sobre el bienestar de la población y la protección del territorio.

En la actualidad, pese a no tener un Estado propio, Canarias sí cuenta con una organización institucional a través de la que ejerce un (insuficiente) autogobierno dentro del (agotado) modelo autonómico del Estado español.

El autogobierno es un sistema para acercar la toma de decisiones a los ciudadanos. Ese método se revela aún más necesario cuando quien ejerce ese autogobierno es un Pueblo con identidad propia como el canario.

Tampoco voy a perder mucho tiempo en explicar que el autogobierno ha sido fundamental para nuestro desarrollo. Es una evidencia que por obvia no quiero dejar de mencionar. Recuerden el estado de nuestras carreteras, o de nuestra sanidad, educación, o economía hace apenas 30 años. El cambio ha sido radical. Obviamente, queda mucho por hacer, pero esa mejoría se debe fundamentalmente al ejercicio del autogobierno. Creámonoslo.

Sin embargo, ese modelo es, desde hace algún tiempo, insatisfactorio para ir dando pasos efectivos en la construcción nacional canaria porque es un modelo agotado jurídica y políticamente.

Se hace necesario una reforma constitucional que los partidos españolistas no quieren acometer. Ninguna fuerza política española apuesta de verdad por que las naciones que forman el Estado español puedan ampliar los espacios de decisión propia, por mucho que algunas se llenen la boca con eso de la plurinacionalidad del Estado.

A la hora de la verdad, en la reforma del Estatuto -¡qué oportunidad perdida!- o en el reconocimiento de nuestras singularidades son renuentes a permitir la consolidación de un mínimo autogobierno lo suficientemente amplio para dar cabida a las legítimas aspiraciones del Pueblo canario, que nos permita ir adoptando soluciones adecuadas para dar respuesta a la problemática singular derivada de nuestras especificidades: la lejanía y la archipelagidad, pero también para prestar la necesaria atención a otras cuestiones que se están revelando como fundamentales como la superpoblación y, como consecuencia de ello, a la presión sobre un territorio escaso y un medio ambiente frágil, todo ello agravado por la actual situación económica derivada de la pandemia, cuyas consecuencias, si no tomamos las decisiones que hay que tomar, pueden poner en peligro nuestra supervivencia como pueblo con una identidad propia y diferenciada.

Y ahí es donde nos encontramos con la relación estrecha entre nacionalismo y autogobierno: uno es la forma, el autogobierno, que nos da los instrumentos (capacidad de tomar decisiones), mientras que el nacionalismo nos fija los objetivos: el bienestar de nuestra gente y la protección del territorio a través de la canariedad y el canarismo.

En las últimas décadas, como Pueblo puede que hayamos sido cómplices de que el autogobierno canario no esté dando respuesta a nuestras necesidades, complicidad que viene tanto de no reivindicar y priorizar una profunda reforma del modelo de las autonomías, como de permitir que se nos gobierne haciendo muchas veces dejación de responsabilidades por meros intereses mercantilistas, de tal suerte que en estos momentos tanto el nacionalismo como el autogobierno se están confundiendo y, por ello mismo, siendo cuestionados por no ser suficientemente competentes, por despilfarrar dinero público o por ser permisivos con la corrupción.

Estamos corriendo el riesgo de que no se identifique bien qué pueden aportar tanto el nacionalismo como el autogobierno, debido probablemente a los 25 últimos años de gobiernos nacionalistas, de tal suerte que es posible que se esté percibiendo que el sistema no es eficaz, ya de por sí limitado por las previsiones constitucionales y su interpretación, pero que no se quiere ni se sabe mejorar. Esa percepción se ha agravado por no haber sabido vender los logros para Canarias del apoyo de las formaciones de obediencia canaria a los gobiernos españoles de turno, dando la impresión, a veces certera, de que se han priorizado intereses partidistas o de clase (más carreteras), que la defensa de nuestras singularidades (léase la aprobación de las aguas canarias, la demanda de más competencias, un REF que llegue a las clases desfavorecidas, el desarrollo de energías renovables en vez de gas y petróleo, etc.).

Aun no siendo un problema exclusivamente local (en Catalunya, por ejemplo, la respuesta mayoritaria a la endeblez del sistema es la apuesta por la independencia), puede ser que el Pueblo canario no haya acabado de asumir su verdadera conciencia nacional y aún no vea que el autogobierno gestionado por el nacionalismo es la única manera de conseguir soluciones duraderas y satisfactorias a los retos que tiene hoy planteados, pero también lo es, pese a quien le pese, que los partidos nacionalistas han contribuido muy poco en que eso sea así; y esto es importante, si no somos capaces de convencernos de nuestra entidad nacional, seguiremos siendo una región española más con una gran dependencia exterior que se conforma con gestionar las cosas cotidianas y que desde los centros de poder español o europeo se sigan tomando las decisiones más importantes que nos afectan, muchas veces en contra de nuestros propios intereses, y que no resuelven nuestros problemas.

Por ello, el nacionalismo debe tomar verdadera conciencia de lo que somos, una Nación que debe ir conquistando ámbitos propios y amplios de decisión, cuantos más mejor, sin esperar, sino lo imprescindible, que las soluciones vengan de fuera. Más aun en la actual coyuntura de crisis e incertidumbre económica, hemos de afrontar que solo por nosotros mismos, como Pueblo, podemos salir adelante, que la senda del autogobierno es irreversible e irrenunciable y que únicamente profundizando en él podemos progresar y aspirar a un futuro próspero, ilusionante y esperanzador. Ese es el nacionalismo del futuro en el que creo.

Por ello mismo, los nacionalistas hemos de abandonar la conformista indefinición de abogar genéricamente por profundizar en el autogobierno dentro del Estado de las Autonomías, cuyo desarrollo se ha venido interpretando desde hace un tiempo de manera rígida y recentralizadora, que ya no es capaz de resolver satisfactoriamente los problemas de los canarios.

Un nacionalismo canario que, por un lado, asuma y manifieste claramente que el actual autogobierno no solo no nos permite tomar decisiones sobre muchas de las cuestiones (las más importantes) que nos afectan directamente, sino que esas decisiones que toman las instancias centrales van muchas veces en contra de nuestros intereses –incumpliendo incluso la legalidad vigente-, pero, por otro, que no renuncia a gobernar y mejorar las condiciones de vida da través del canarismo.

Los nacionalistas hemos de buscar nuevas fórmulas políticas y jurídicas que, por un lado, disminuyan la dependencia exterior (política, económica, energética, cultural y alimentaria), y, por otro, conseguir instrumentos decisorios y de protagonismo internacional compatible con la permanencia en el Estado español. Es posible cohabitar dentro de un Estado español plurinacional y asimétrico (sea federal o confederal), en el que se reconozca plenamente a Canarias sus singularidades y, por tanto, dotado de un estatus competencial e institucional adaptado a nuestras especificidades archipelágicas que tenga proyección no solo interna sino internacional.

No hemos de conformarnos con el estatus actual. Debemos ser permanentemente exigentes con la mejora del autogobierno: Debemos dejar claro que nuestra aspiración es la construcción nacional (cuyo fin es la independencia), pero mientras tanto, sin renunciar a la gobernabilidad, ni a dar pasos claros y decisivos para contribuir al progreso de nuestra gente.

Lo verdaderamente importante es gobernar con la idea de “hacer país”, tanto en el presente, gestionando las competencias actuales, como en las demandas de mejorar el autogobierno, pues el objetivo es tanto el bienestar del Pueblo canario como colocar a Canarias, como Archipiélago Atlántico, en un lugar preferente en el concierto estatal e internacional en el que pueda liderar esta parte del Atlántico, encrucijada de tres continentes.

El nacionalismo, a través del autogobierno, tiene como misión permanente mejorar la gestión de las competencias ya asumidas, pero a la vez aumentar el ámbito material sobre el que ejercerlo. Es decir, más y mejor autogobierno.

Huelga recordar que Canarias es el territorio del Estado español con más singularidades. La insularidad y la lejanía, la archipelagidad, nos confieren tantas especificidades que necesariamente deben traducirse, como ya lo hacen en el plano económico y fiscal a través del REF, en una ampliación de esos espacios de decisión propia, porque a nosotros únicamente nos afecta, lo que permitiría la asimetría del Estado Autonómico al que aludía anteriormente.

 Nuestras especificidades no nos hacen ni mejores ni peores, sino distintos. Esas especificidades requieren adoptar soluciones singulares ante cuestiones también singulares.

No se trata de asumir competencias porque sí. Se trata de participar en aquellas cuestiones que nos afectan de manera directa y que, como ha pasado con el resto de materias en las que ya somos competentes, su gestión mejore sustancialmente.

 Por ello, el nacionalismo, el canarismo, deben incansablemente no solo demandar esos nuevos espacios de decisión propia, si no demostrar que las decisiones que se toman aquí son mejores que si se toman fuera.

En definitiva, a través del autogobierno, el nacionalismo, el canarismo, deben asumir que en sus manos está la resolución de la mayoría de los problemas y que está en condiciones de hacerlo bien. De ello depende su futuro...

 



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