Cierre de ojos y mente
- Alex Salebe Rodríguez
Cuando un desaprensivo preside un gobierno en cuyo mandato fueron ejecutados con alevosía 6.402 civiles por las Fuerzas Armadas de las que era comandante en jefe para presentarlos como bajas en combate de grupos insurgentes, trofeos de guerra en la búsqueda de popularidad a cuenta de una supuesta seguridad democrática, cuando un gobernante es capaz de perseguir sistemáticamente a defensores de derechos humanos a través de organismos de inteligencia y seguridad del Estado, en hechos condenados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuando un “demócrata” perfila a periodistas y políticos de la oposición para sus intereses utilizando herramientas de poder para vincularlos con guerrillas, paramilitares, organizaciones mafiosas y hasta para desprestigiar la imagen pública de personas incómodas fabricando montajes de infidelidad sentimental, y así consta con nombres y apellidos en documentos oficiales, o cuando más de cuarenta personas de su anillo más cercano de colaboradores en el gobierno han sido condenadas por distintos delitos, incluidos ministros, parece trivial, a pesar de la gravedad de los hechos, que todo un presidente haya sido sentenciado, en primera instancia, a doce años de prisión domiciliaria por fraude procesal y soborno de testigo en actuación penal.
Se trata de alias ‘El Matarife’, Álvaro Uribe Vélez, primera figura de la derecha colombiana y expresidente de la República en dos periodos continuos, 2002 - 2006 y 2006 - 2010. Este personaje materializó su reelección comprando votos de congresistas que impulsaron la reforma constitucional que posibilitó su permanencia en el poder. Hechos probados y desvelados por la congresista,Yidis Medina, una ilustre desconocida que pasó a convertirse en coprotagonista de uno de los escándalos de corrupción más sonados en la historia del país. El relato aparece con pelos y señales en el libro ‘Recordar es morir’ de Daniel Coronell, fedatario de la confesión en una entrevista en vídeo que la política ofreció a este periodista por temor a que la mataran. En esa charla grabada confiesa que Uribe le dijo que votara por la reelección porque se trataba de “hacer patria”. Medina fue condenada por cohecho a cuatro años de prisión y Uribe como otras tantas actividades que los salpican tan campante.
Dejé reposar dos semanas la noticia de la sentencia condenatoria a ‘El Matarife’ para analizar las reacciones y la batalla mediática alrededor de la misma. Los medios de comunicación aliados desde hace años al uribismo nos muestran al delincuente como víctima de una persecución política del gobierno actual sin profundizar en el pequeñísimo detalle de que el proceso llevaba más de trece años en curso y que el mismo empezó por una denuncia de Uribe al congresista Iván Cepeda por supuestas relaciones con paramilitares que se volvió en su contra. La Justicia en 2018 cerró el caso contra Cepeda y empezó a investigar a Uribe por soborno en su objetivo de instigar a terceros a manipular testigos. La relación de ‘El Matarife’ con el paramilitarismo se remonta a mediados de los noventa cuando siendo gobernador de Antioquia defendió y apoyó la creación de las “convivir”, cooperativas de vigilancia y seguridad privada, la fórmula mágica de poner carita feliz a los grupos paramilitares.
No me sorprende que medios mercenarios obvien los antecedentes de Uribe y mucho menos la recua de políticos corruptos que siempre nadan buscando la orilla de la impunidad, este ha sido el comportamiento durante más de doscientos años. Lo que sí me sorprende es que parte de la sociedad compre el bombardeo de falacias repitiendo sin más el discurso de las mentiras, medias verdades o la omisión de antecedentes que nos ponen en situación.
En mi época de colegio el analfabetismo era no saber leer y escribir, luego con el paso del tiempo el foco se dirigió hacia el analfabetismo funcional, no dominar nuevas tecnologías o estar muy justitos de formación, pero hoy por hoy la atención está enfocada en combatir además el analfabetismo mediático. Hasta organismos como la UNESCO nos animan a capacitarnos para recoger la información con sentido crítico. Prolifera la desinformación y la incitación al odio que encuentra en la falta de discernimiento su mejor aliado. En el lenguaje de calle solemos repetir que todo lo que se diga tenemos que cogerlo con pinzas, pero no estamos haciendo uso de esta competencia.
El caso de Uribe, de defender lo indefendible con hechos probados, evidencia no solo que no hay avance, sino que por contra hay retroceso. Preocupa especialmente que la juventud muestre pereza por pensar, aunque es injusto generalizar, pero sería de ingenuos desconocer que la obsesión por los ‘like’ y el insaciable empeño en la viralización de contenidos en redes sociales está menguando el pensamiento crítico.
Agreguemos el ingrediente de la escasa lectura y el poco consumo de cultura, que termina de asestar el golpe a la alfabetización mediática e informacional, expuesta por la sociedad contemporánea como garante de la democracia y clave en el análisis de grandes retos y problemas del mundo entre los que se cuenta el vapuleo a los derechos humanos, o es que no estamos viendo que hay gobiernos que defienden y justifican la masacre en Gaza.