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Implicación y complicidad

 

La vida nos da problemas pero también soluciones.

Durante la campaña electoral, un amigo ex político y muy dado también a los análisis electorales me metía la misma bulla cada vez que me veía. A veces hasta sin verle, utilizando para ello una conocida red social. Se empeñaba en decirme que la lista que había hecho Coalición Canaria para el Ayuntamiento de Arrecife lo complicaría todo. Que CC con esa gente no podría pactar ni con el PSOE ni con el PP, con lo que saltaba por los aires el necesario pacto de Oswaldo para gobernar el Cabildo. La lectura de mi amigo no es nueva. De hecho, en los últimos años, desde las penúltimas elecciones locales ha venido repitiendo la misma cantinela. Incluso en las del 2019, daba por bueno un pacto PP y PSOE antes incluso de  que se diera. Hay quien dice que lo estuvo incluso promoviendo, cuestión que yo desconozco y en lo que ni tan siquiera entro. Pero está claro que se acostumbró a acertar apostando siempre a la misma solución, negando que hubiera otra. Como si fuera uno de esos jugadores de casino que, después de salir tres veces seguidas el 17, están convencidos que ese número está imantado de forma especial y pierden una verdadera fortuna jugándoselo todo al susodicho, sin darse cuenta, a pesar de los repetidos éxitos y fracasos, que solo responde a lo previsto en la probabilidad.

Yo no sé si mi amigo se quedó en las ecuaciones de una sola incógnita e ignore las enormes ventajas que aportan las fórmulas de ecuaciones de dos incógnitas e, incluso, las ecuaciones de segundo grado para resolver problemas. Pero su sentida reclamación de escucha acababa siendo un circunloquio, al más puro estilo de la pescadilla que se come la cola, que algunos interpretaban como un afán desmedido porque gobernara el PP con el PSOE como una forma de rebelarse contra cuitas pasadas de CC. Pero la realidad ha demostrado que para grandes problemas siempre se encuentran grandes soluciones.

La toma de posesión de Yonathan de León Machín (PP), ayer, como alcalde de Arrecife no se la esperaba nadie hace apenas un mes. Ni mi amigo, ni yo, ni sus amigos ni mis enemigos sospechábamos  que a las tres semanas de su toma de posesión por segunda vez como alcaldesa de Arrecife, Astrid Pérez no iba a ser ni tan siquiera concejala en el Ayuntamiento capitalino. La respuesta a un ecosistema municipal densamente contaminado vino desde arriba. La oferta de un cargo irrenunciable por parte de cualquier político local, también para Astrid, ser presidenta del Parlamento de Canarias, deshizo el nudo gordiano y completó una acomodación más práctica de los recursos políticos en Arrecife, que comenzó con la renuncia a su acta del nacionalista Pedro San Ginés, antes de la constitución de la corporación, al igual que María Jesús Tovar, que iba un puesto por delante de Yonathan  en la candidatura popular. Los populares y nacionalistas siguen teniendo catorce concejales y ahora sí parece que pueden sumar entre todos. Y más les vale, porque ya experimentaron en sus carnes en las últimas elecciones que no se crece con enfrentamientos baldíos mientras se gobierna juntos. Y no solo eso, sino que crece el rival directo.   

Echedey Eugenio vuelve a respirar en el Ayuntamiento, después de los concejales perdidos en las elecciones y la presión de Astrid. Y Yonathan, que solo era hace unos meses el asesor preferido de la alcaldesa Astrid, mira con una intensidad y devoción que anuncian ganas de triunfar en su nuevo, gran e inesperado cargo. Fue llegar y besar el santo, todo fruto de unas carambolas orquestadas por otros. Pero tiene la mejor oportunidad de demostrar que quiere a su ciudad, que puede hacer cosas y de que va a transformarla. Lo mismo que dice Echedey de Arrecife. Pero los dos necesitan lo mismo. Y el éxito de uno será el éxito del otro. Si se fracasa, la opción no se encontrará en el gobierno, sino en la oposición. Por ello, dos jóvenes como Yonathan, 39 años, y Echedey, 40 años, deben saber que tienen toda la vida política por delante para ocupar cargos y desviar cargas. Pero ahora, estos cuatro años, les toca demostrar que van a poner a Arrecife y a sus ciudadanos por delante de sus propias ambiciones, aunque sus ambiciones tampoco irán a ningún lado si no ponen a los demás por delante. Se han unido para luchar juntos y eso es lo que deben hacer, con honestidad. Pueden dar una clase magistral, ganar la guerra y esperar a repartirse el botín en 2027.

Tienen muchos años por delante para hacer un montón de cosas. Pero solo cuatro para demostrarnos que son capaces de trabajar juntos y de mejorar Arrecife. Esta oportunidad no se la esperaba nadie. ¡No la desaprovechen, muchachos! Simplemente se trata de implicarse y de tener complicidad con el otro. Arrecife se lo merece. Y no se sabe si tendrán otra. Las desgracias también aparecen de imprevisto.

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