
Algo hemos hecho mal los periodistas y los medios de comunicación locales para que la gente no entienda que critiquemos el poder establecido. Se acepta con normalidad absoluta que prensa y políticos vayan cogidos de la mano. Ni sorprende ni molesta. En cambio, cuando se quiere mantener una línea de crítica ajustada a la realidad, se vive con nerviosismo por parte de amigos y enemigos. Aunque se haga sin irse a una cueva ni desde el aislamiento. Sino con la mayor normalidad. Tengo a bien denunciar hechos y criticar actuaciones y, al mismo tiempo, merodear los mismos espacios en los que estaba cuando no conocía los hechos o desconocía las actitudes. No solo eso, sino que los políticos criticados o denunciados reciben, a primera hora de la mañana, en sus móviles, el artículo, reportaje o comentario que les hago llegar desde mi propio periódico. Hasta el punto es así que algunos políticos, que llevan recibiendo miles de artículos desde hace años por ese sistema de líneas de difusión de redes, me llegaran a reprochar que “no solo me criticas sino que encima tienes la poca vergüenza de mandármelo a mi móvil”. Es el típico político que, si ese día no se lo mandas, te criticaría por la cobardía de no atreverte a mandárselo a él. La cosa esta no es nada sencilla. Pero son muchos años, casi 8 lustros, luchando en este terrero de letras, datos y comunicación como para sorprenderme ahora del perfil de los personajes.