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Mismo problema, diferentes realidades

El coronavirus Covid-19 visto por distintos jóvenes en distintas partes del mundo

 Somos muchos los que hoy vemos nuestras vidas puestas totalmente patas arriba. Muchos los que empezamos de cero, y aunque haya que ser positivo y solidarios en la crisis que actualmente nos toca vivir, también tenemos derecho a expresarnos y a desear que acabe, y a poder ser cuanto antes.

Están los héroes, los que aún trabajan para que los demás tengamos todo lo necesario y puede que incluso un poco más. Ellos seguro que desean quedarse en casa, pero no pueden. En contraposición absoluta, están los que han perdido el trabajo (aunque solo sea momentáneamente) y que desearían estar haciendo algo, que sienten que no son productivos y que están perdiendo un valioso tiempo de sus vidas.

Sin embargo, no solo existe la parte económica y activa de esta crisis, hay otro espectro más amplio y abstracto, el cual,  si me permiten, considero más importante. Me refiero al aspecto afectivo y emocional. Hablo de familias separadas, de personas solas, de tener miedo. Miedo no solo de cómo estamos nosotros, sino de cómo están los que queremos y sabemos que pueden estar en riesgo. Miedo de que, aunque hoy todo esté bien, mañana podría no estarlo. Sabemos cómo estamos ahora, pero no como estaremos ni cuándo acabará.

Este tipo de crisis recalcan más la personalidad de cada uno, los positivos, seguirán siéndolo: “esto acaba cuanto antes”, “el sol de España se lo llevará todo”, “por fin tengo tiempo para mí”. Admiro a la gente así, a la vez que me asustan, son capaces de sacar luz de cualquier tiniebla, pero me pregunto si llegan a ver la profundidad de cada problema, la profundidad de este problema específicamente. A lo mejor son los más sabios, a lo mejor los más obtusos, pero en cierta medida, son totalmente necesarios. Después estamos los que, como yo, nos sobre informamos. Quizás, en parte, para paliar el hecho de que al principio no quisimos tomárnoslo en serio. Quizás porque era demasiado duro.

Además de distintas maneras de llevarlo, también hay infinitas compañías distintas con la que pasar esta cuarentena y que además no tiene mucha posibilidad de decisión. Hay gente que está con su familia, pero a lo mejor desearía no estarlo. Matrimonios rotos obligados a reencontrarse, compañeros de piso que apenas se veían y que las circunstancias les han hecho inseparables. Gente completamente sola. Gente que no estaba en su casa, ni siquiera en su país, puede que ni siquiera en su continente y que debieron tomar la decisión más difícil: ser “irresponsable” y volver a tu sitio con los tuyos, o ser lógico y quedarse en el sitio en el que sonó la alarma y ponerse en manos de la incertidumbre: ¿Cuándo volveré? ¿Cómo está mi familia? ¿Estaré bien aquí?

Y esto no acaba ahí, la situación no solo afecta al presente, sino al futuro más cercano, viajes cancelados, reuniones de amigos pospuestas, dinero perdido del que nadie tiene por qué hacerse responsable, cumpleaños por skype, aplazamientos de eventos vitales como la selectividad, la entrega del Trabajo de Fin de Grado, del Trabajo de Fin de Máster…

Son exactamente todas estas situaciones actuales las que me llevan a formar este reportaje. He hablado con diferentes personas, en su mayoría amigos cercanos, que se encuentran en diferentes partes del mundo o que, por alguna razón, he visto relevante contar su historia. La finalidad del confinamiento es dejar de pensar en nosotros por un tiempo y pensar como un colectivo, darnos cuenta de que no somos los mayores afectados. Las vidas de todos se han parado en el tiempo y vamos a intentar conectar y empatizar con las distintas realidades que han sido afectadas por el mismo problema.

Las primeros dos personas en participar en este reportaje serán dos andaluzas, compañeras de Erasmus y desde entonces, compañeras de muchas otras cosas, la mayoría de ellas ahora prohibidas por la seguridad de todos. Ambas filólogas inglesas, como yo misma, aunque una de ellas todavía en proceso.

 

Irene, Málaga.

Irene, Málaga: “Psicológicamente esto es muy duro”

La primera en dar su versión de los hechos será Irene, desde Vélez, Málaga. A sus 23 años es profesora de inglés en una academia privada. Actualmente, teletrabaja.

Esta cuarentena por el coronavirus no está siendo nada fácil. Comprendo la situación y la necesidad de este confinamiento, pero también vivo con la incertidumbre de qué pasará y hasta cuándo habrá consecuencias. Cada día que pasa tengo más ganas de volver a la normalidad, y es que psicológicamente todo esto es muy duro. En especial me ha costado tener que cancelar los viajes que tenía y adaptarme a la pasividad de estar casa. Pese a lo mucho que quisiera poder salir, moverme activamente y hacer vida social, pienso que me las apaño bien para encontrar entretenimiento, bien por mi cuenta o con mi familia. Afortunadamente aún puedo decir que todos estamos bien de salud y que tengo trabajo como profesora de inglés en la academia. Sin embargo, es el mismo trabajo el que me está causando algo de ansiedad y que no pueda disponer de mi tiempo como quisiera y necesito. La adaptación a las clases online está suponiendo tener que dedicar muchas horas no remuneradas al trabajo todos los días de la semana, aun teniendo un contrato de muy pocas horas semanales, y no solo atendiendo la parte docente sino realizando tareas informáticas y administrativas que no me corresponden, además de lidiar con el caos del ambiente de trabajo. Al menos compensa más el esfuerzo cuando unos alumnos te lo agradecen. Intento desconectar de vez en cuando y hacer cosas que me gustan; lo que más me gustaría es que todo acabara, por el bien de todos.

Ahora es el turno de Marta, 23 años, natural de Marbella, Málaga, pero que actualmente se encuentra confinada en Granada donde estudia. Ella tomó la decisión de quedarse donde estaba, preocupada de poder ser portadora del virus sin saberlo y pasa el confinamiento con sus compañeros de piso.

               

Marta, Granada.

 Marta, Granada: “Cada día de confinamiento escribo algo positivo”

Me llamo Marta Sánchez, tengo 23 años y soy de Marbella. Estoy haciendo la cuarentena en Granada ya que estoy cursando aquí Estudios Ingleses. Se supone que este año será el último. Esta cuarentena está creándome bastante incertidumbre sobre si acabaré o no. Durante la cuarentena mi compañera de piso y yo intentamos hacer deporte todos los días para relajarnos un poquito. Esta última semana hemos visto tantas series y películas que ya se nos acaba la imaginación y no sabemos que ver. Se me ocurrió la idea de hacer un calendario, tachar los días que íbamos superando y cada día escribir algo positivo como ‘‘hoy me reí a carcajadas tan fuerte que me dolía la barriga’’. Las videollamadas diarias se han convertido en uno de los mejores momentos del día. Hay días malos en los que nos apetece irnos a nuestras casas con nuestras familias, pero hay que verle el lado positivo: cuando todo esto acabe, disfrutaremos más el tiempo con ellos y a no dar nada por sentado. Estos días fantaseamos mucho con todo lo que queremos hacer cuando esto acabe, yo solo quiero hacer las cosas que me hacen feliz sin importar nada.

Desde la España vaciada nos habla Cristina, mi compañera de trabajo favorita. Ella no solo demuestra que Teruel sí que existe, sino que además hay familias muy afectadas por esta situación, como fue el caso de la suya. Cristina se vio finalmente obligada a dejar Madrid antes del estado de alarma, ciudad en la que residía debido a su mayor cantidad de oportunidades tanto laborales como educativas, y volver con su familia, porque si hay que confinarse en casa ¿Dónde mejor que en tu verdadero hogar?

                        Cristina, 23 años: “Yo no quería volver por miedo a contagiar a mi madre”

La cuarentena me pilló en Madrid, donde llevo viviendo 6 años; sin embargo, como buena parte de los habitantes de la ciudad, soy de fuera, de un pequeño pueblo de Teruel. El jueves anterior a que se declarase el estado de alarma, mi padre me llamó y me hizo volver a Teruel previendo la posibilidad de que cerrasen la capital y no pudiese volver a casa en meses. Yo no quería volver, ya que mi madre padece Esclerosis Múltiple y no quería arriesgarme a ser portadora del virus, no solo temiendo por su estado de salud sino por solidaridad con el resto de las personas. Así que intenté hacer entender a mi familia las razones por las que no debía volver. Después de múltiples llamadas, mi padre dió la sentencia final: a casa. Mis padres siempre se han preocupado mucho por mi, supongo que como cualquier padre y madre que se precie pero en este caso, todos sabíamos que no estábamos haciendo lo correcto. La cuestión era que a cada minuto que yo seguía en Madrid, el estado de mi madre empeoraba fruto del estrés; así que el viernes por la mañana cogí el autobús rumbo a Teruel con mi compañera de piso Becca, con la intención de calmar a mi madre y hacerle ver que todo iba a ir bien y que el Lunes estaríamos de vuelta. Escribo esto desde mi habitación en el pueblo, donde dedico los días a perder el tiempo y coser mascarillas para la gente del pueblo a partes iguales. Todos estamos bien, pero está claro que no todo iba bien. Esto ha resultado ser mucho más grande de lo que pensábamos. Los días son todos iguales, me han hecho un ERTE en el trabajo y se hace muy cuesta arriba vivir con la incertidumbre de no saber cuando podré volver a mi vida, a ver a mis amigos, a viajar o a disfrutar de un concierto. Y aun así, doy mil gracias porque mi familia siga sana y por tener una estabilidad económica que nos permite vivir bien, al menos por ahora. No nos falta de nada y no nos falta nadie, no todos pueden decir lo mismo... - Stay safe.  

Cristina, Teruel.

El siguiente en tomar la palabra será Timothée, Tim para los amigos. Político francés de 23 años. Natural de Estrasburgo, pero que por motivos de estudios y trabajo se encuentra en París, ciudad que siempre ha amado. Su visión política nos muestra unas incógnitas  muy interesantes sobre el futuro de esta pandemia:

Timothée, París: “¿Cómo se logrará el retorno a la normalidad?

Estudio y trabajo en París. Al principio la universidad cerró, luego,  2 días más tarde se anunció que todas las tiendas no esenciales de Francia serían cerradas. Esto provocó una especie de cuenta atrás, en la que todos aprovecharon los últimos momentos de una rutina que parecía llegar a su fin. Antes del anuncio del confinamiento, nos preguntamos dónde y con quién queríamos estar durante el confinamiento, provocando una sensación de urgencia ante un éxodo necesario. El anuncio del confinamiento llevó al teletrabajo, con París pasando de su ritmo normal a una ciudad con calles vacías, tiendas cerradas y una interacción social limitada tan sólo 6 días. En los casi 10 días que ha durado mi confinamiento solo, la tecnología me ha permitido trabajar o estudiar sin problemas, y llamar a mi familia y amigos sin dificultad. Pero ver París vacía, sin actividad es extraño. Así como la importancia misma de la crisis se reveló realmente durante el confinamiento, la cuestión ya no es organizarse para un confinamiento excepcional, sino organizarse para que la vida continúe a pesar del confinamiento. Las preguntas que me hago son tres. En primer lugar, si bien la evolución hacia el confinamiento ha sido rápida, con órdenes para evitar toda interacción social, ¿cómo se logrará el retorno a la normalidad? ¿Estaremos preocupados o desconfiados? En segundo lugar, si bien esa situación nacional nos afecta en nuestra vida cotidiana, permitiéndonos acercarnos a nuestras familias, a nuestros vecinos, preocuparnos por las condiciones de trabajo de las cajeras y enfermeras, y compartir el dolor de países muy afectados como Italia y España, ¿esta crisis se traducirá en un aumento del bienestar y un sentido de comunidad o en la vuelta a la normalidad? En tercer lugar, el confinamiento está provocando una crisis económica, ¿esta doble situación sólo será cíclica o afectará a Francia, Europa y el mundo durante los próximos años, como la crisis de 2008 que la precedió? 

Timothée, París.

Y después de estas preguntas que muy bien ha formulado Tim y las cuales considero el estandarte que todos los políticos deberían seguir, pasamos al sector sin duda más afectado por esta crisis: la sanidad. Hablaremos con dos enfermeros españoles. La primera, Noelia, se encuentra en Madrid, la capital de España e irónicamente, capital de este virus en España. En segundo lugar tenemos a Ramón, que está trabajando como enfermero domiciliario en Noruega y nos va a comentar como se vive el coronavirus en este país nórdico pero también como lleva él el encontrarse tan lejos en estos difíciles momentos:

Noelia, Madrid: “Tengo miedo de contagiar a los míos o a otros pacientes”

Son las 7.00h de un día cualquiera de la semana. Me dispongo a colocarme la misma mascarilla, la misma ropa, abrigo y bolso que los 4 días anteriores para salir a cuidar. Todo un protocolo el entrar y salir de casa por el hecho de ser un muy posible vector del famoso coronavirus.

Soy Noelia, enfermera de UCI en un hospital pediátrico. Este es un día más enfrentandonos cara a cara contra el bicho que está revolucionando a todo un planeta en un mes en el que las calles deberían estar llenas de vida por la llegada de la primavera, por el inicio del «terraceo», por la música en vivo en cada esquina de la capital, por los miles de turistas que exploran los rincones más bonitos de Madrid...

Días grises para mi país, mi ciudad, mi gente, mis compañeros, mis pacientes. Se puede oler en los 30 segundos que paso de mi portal al coche o del coche a la puerta del hospital el temor, la angustia, la incertidumbre de una población vulnerable de acabar como otros muchos hoy en día, ingresados. Sin dudarlo me coloco mi uniforme desechable como cada día y comienza la jornada de siete o diez horas si se trata de una noche. Llaman de urgencias a las 23.30h: «posible Covid-19». Disfrázate para todo el resto del turno. Pasa nueve horas vestida con unas gafas de bucear, una bata que deja pasar cualquier fluido, un gorro poroso y actúa como manda un protocolo que no nos asegura una protección al 100%, como el material que llevas puesto.

¿Miedo? Sí. ¿A contagiarte? No, a contagiar a los míos y a mis otros pacientes. Llegas a casa después de un turno infernal lleno de trabajo y estrés. Te metes directa a la ducha y olvídate de saludar con dos besos a tu familia. Enciendes la tele dispuesta a desconectar de todo lo que nos rodea y más bicho por todos lados. Se me parte el corazón.

¿Mi afán y mi deseo hoy en día? Ayudar en más sitios pero mi jornada no me lo permite. ¿Lo bueno de todo esto? Lo mucho que estoy valorando el contacto físico del cada día, un simple tinto de verano al salir de trabajar en un día cualquiera, el poder notar la brisa y el sol en mi piel más allá de 30 segundos diarios y respirar aire puro sin nada que me cubra la boca y la nariz. Solo espero que, al igual que para mí, para el resto, esta situación nos haga ver que la vida son dos días y debemos celebrar cada día que estamos vivos y sanos.

Noelia, Madrid, enfermera.

Ahora es el turno de otro sanitario, Ramón de 24 años. Natural de Zaragoza, pero cuya vocación le ha llevado hasta Noruega, donde cada día acude directamente a los hogares de las personas que lo necesitan:

Ramón, Noruega: “Aquí se nos ha informado y formado desde el primer momento”

Toda esta crisis que se está viviendo en España y que tanto están sufriendo mis compañeros me preocupa cada día, pero la vivo muy de lejos. Soy Ramón, y trabajo como enfermero domiciliario en Noruega desde hace unos meses. Aquí la situación es muy distinta, se nos ha informado y formado desde el primer momento para poder combatir a este virus que tan rápido ha invadido nuestras vidas. Camino por las calles casi vacías de camino al supermercado y allí no me encuentro con multitudes deseosas de agotar las existencias. Los clientes se lavan las manos antes y después de hacer la compra y pagan solo con tarjeta. He de decir que me siento seguro haciendo mi trabajo, y sé que si lo necesitara, recibiría la ayuda que demandara. Nos han informado de que en el momento en el que presentemos síntomas hemos de dar parte y se nos hará la prueba al instante, dándonos el resultado en 24-48h, las cuales deberemos permanecer en casa. Desde el primer día, las medidas por parte del gobierno fueron tajantes, al igual que las que ha puesto la líder de nuestro equipo. Yo, como sanitario, no puedo viajar entre provincias, ni mucho menos salir del país. En el trabajo nos reunimos cada día para comentar el funcionamiento de las medidas, presentar proposiciones de mejora y repasar distintas técnicas como el lavado de manos o la colocación/retirada del equipo de protección personal. Ahora hacemos jornadas de doce horas. Comemos por turnos, y nos han habilitado una sala mucho más grande para así poder sentarnos a más de dos metros los unos de los otros. Estoy preocupado por los míos, y ahora más que nunca estoy esperando poder subirme a un avión y abrazar a cada uno de ellos.

Ramón, Noruega, enfermero.

Los siguientes corresponsales nos hablarán desde China, país donde dio comienzo esta pandemia. Se trata de una pareja internacional que han decidido pasar juntos estos difíciles momentos. Esta pareja está formada por Roger de 26 años, de nacionalidad inglesa y Teresa, de 25 años. Natural de Singapur, pero lleva casi toda su vida viviendo en Los Ángeles, Norteamérica.  Ambos están acostumbrados a vivir separados, por lo tanto, es curioso que justo en esta época en la que la gran mayoría de las parejas no van a poder verse, ellos lo hayan aprovechado para estar juntos en un país que ya ve la luz después del túnel. Un país que se convierte ahora en esperanza para toda Europa. La cultura china suele considerar las crisis como una oportunidad, para este par así lo ha sido. Ahora podrán estar juntos, hasta que el mundo vuelva a funcionar con normalidad, hasta que los relojes vuelvan a ser relevantes:

Roger, Singapur: “Han cancelado mi vuelo a casa, no sé cuándo será buen momento para volver”

Soy Roger, tengo 26 años y soy estudiante de informática en el último año  en el Reino Unido, pero ahora estoy en Singapur. Ya pasé una semana de cuarentena porque he viajado del Reino Unido a Singapur. Mi vida diaria no ha sufrido un cambio tan drástico, pero sé que tengo mucha suerte. Tengo espacio suficiente para no agobiarme, gente con quien puedo hablar y pasar el tiempo, la mayoría no están en cuarentena. Tengo muchas cosas que hacer, con un proyecto para la universidad. Fuera de mi vida diaria hay muchas cosas que me preocupan. Hay mucho incertidumbre, han cancelado mi vuelo a casa y ya no sé cuándo será un buen momento para volver al Reino Unido. También la universidad ha cambiado los exámenes de este año para que sean en línea, pero no hay mucha más información. Finalmente estoy esperando respuestas de universidades sobre estudios de nivel de máster, si no logro en tener oferta para estudiar necesitaré buscar trabajo y pienso que esto va a ser más difícil debido al virus.

En general, Singapur parece tener la situación mucho más bajo control de la situación que  el Reino Unido. No han puesto en cuarentena general, pero el gobierno me manda mensajes para verificar que estoy en casa, tres veces al día. Han sido muy activos en seguir los contactos de gente con infecciones y en poner precauciones como la cuarentena para todos que vienen de otros países. Y lo más importante es que se han comunicado bien con la gente. Últimamente solo quiero que todo esto se acabe y podemos volver a normalidad, especialmente cuando pienso de volver a universidad y terminar mis estudios.

 

Roger, Singapur.

Teresa, Singapur: “Me pregunto cómo salen adelante aquellos que no han podido conservar su trabajo”

Me llamo Teresa, tengo 25 años y vivo en Singapur. Personalmente, el Covid-19 no ha afectado mi vida diaria en gran medida. Yo ya trabajaba desde casa antes de que esto pasara y ahora simplemente paso mucho menos tiempo fuera de casa. Recuerdo cuando las noticias sobre el virus empezaron a aparecer y como decían que se parecía al SARS. Singapur había sido víctima de ese virus anteriormente, al igual que con la gripe porcina, ambos casos fueron muy dramáticos para la ciudad. Pasé unas  semanas de confinamiento con mi familia, cuando una de mis familiares se infectó. Yo era demasiado pequeña para entender nada, así que todo eran juegos y diversión por aquel entonces. Afortunadamente, lo peor que ha hecho en mi vida hasta ahora, es el prohibirme ir a escalar una vez por semana con mis amigos como suelo hacer. Singapur parece haber sabido actuar muy bien con respecto al virus. El gobierno nos manda mensajes tres veces al día manteniéndonos informados y recordándonos mantener la distancia social en casa de tener que abandonar nuestras casas. Tengo todo lo que necesito en casa, desde comida hasta televisión, pasando por equipos para hacer deporte y mantenerme en línea incluso si no puedo salir al aire libre. Definitivamente esta es un situación extraña en la que encontrarse y realmente parece que el Covid-19 está en todas partes: en las noticias, en todas mis conversaciones, en la mayoría de los memes que veo online.  Es imposible no notar los efectos del virus de alguna manera, pero no puedo hacer otra cosa más que sentirme afortunada de que el virus no ha cambiado drásticamente mi vida. Siento que mi trabajo ha aumentado, ya que me dedico a la comunicación. Hay muchas empresas que necesitan hacer llegar a sus trabajadores mensajes de una situación que es constantemente cambiante. Ahora se nos pide que solo hagamos reuniones pequeñas  y los locales de entretenimientos están cerrando hasta finales de abril. Me pregunto constantemente como habrá cambiado el país en todas estas semanas que llevo sin salir de casa, si hay menos gente en los centros comerciales, como salen adelante aquellos que no han podido continuar con sus trabajos y si el centro de Singapur, normalmente repleto de gente, parece ahora una ciudad desierta, una ciudad fantasma.

Teresa, Singapur.

Desde el punto neurálgico de la Unión Europea, nos habla Justyna, trabajadora en la Comisión Europea y una gran defensora de todos los valores que la Unión Europea representa. Ella tiene 24 años. Nació en Polonia, pero ha vivido en más de cinco países, que son justo los idiomas que habla, pero no todos los que quiere aprender. Además de ser una gran lingüista también es una escritora fantástica que nos quiere acercar a la de realidad de Bélgica, desde su punto de vista:

Justyna, Bruselas: “Hay cosas que no voy a olvidar cuando todo esto termine”

Me llamo Justyna,  y ahora mismo, mi hogar es mi pequeño apartamento en Bruselas. Estoy trabajando en casa desde hace dos semanas. Normalmente, organizo eventos pero este trabajo se volvió algo irrelevante en este momento. Por eso, tengo bastante tiempo para leer todos esos libros me llevaban esperando meses, hacer ejercicio, cocinar (que es algo que, si me conoces, sabes que hago a regañadientes), y aprender búlgaro (y oír a mi maestra decirme constantemente que tengo acento ruso...). Hasta ahora, la cuarentena fue una experiencia sorprendentemente positiva. En Bélgica, todavía se nos permite a salir (aunque con reglas muy estrictas), así que aprovecho el sol que raramente visita esta parte del mundo y salgo a caminar por los parques cercanos. La única forma de reunirse con amigos es ir de compras juntos y hacernos compañía en las colas que ahora se forman fuera del supermercado.

Hay una cosa que no voy a olvidar una vez que todo esto termine. Cada día, a las 8 de la tarde, todos mis vecinos salen a sus balcones y comienzan a aplaudir. Es un gesto que nos permite  recordar que nuestra libertad, aunque restringida, llega a expensas de los médicos, quienes están luchando y arriesgándose a diario. Es también un gesto de agradecimiento y apoyo porque ahora mismo no podemos ayudar de otra manera. Y tengo que admitir que es reconfortante ver que no hay mucha resistencia a nuestra nueva realidad y que todo el mundo parece comprender que estamos juntos en todo esto.

Justyna, Bruselas.

Desde El Salvador, Centroamérica, contamos con Lucía de 28 años, escritora y antigua compañera de piso de Justyna en Bélgica. El destino le ha dado la oportunidad de encontrarse en su tierra cuando la crisis comenzó por lo que ella no ha tenido que preocuparse por tener que volver a casa:

Lucía, El Salvador: “Fue espectacular cómo solo quedaban dos o tres persona en la calles, todas con guantes y mascarillas”

El instante que comenzaron las sospechas del COVID-19 en El Salvador, la población se unió y comenzó hacer arreglos para trabajar desde casa, cada uno asegurándose que cuando el presidente diera toque de queda o limitara el contacto entre personas, tuviéramos suficiente comida y recursos para un mes de aislamiento. Como buena salvadoreña, pasé ese último día manejando por la ciudad con mi pareja, ofreciéndole a mis familiares (+60 años) hacer sus compras—fue espectacular cómo de cien personas en las calles, quizás sólo dos o tres no cargaban guantes, mascarillas y alcohol gel.

En Centroamérica vivimos con miedo de terremotos, tsunamis, tenemos más asesinatos que en otros países del mundo, y me enorgulleció tanto sentir la cercanía de nuestra comunidad por un bien mayor. Nadie estaba listo por cómo íbamos a salir de esta, pero limitándonos a nuestros hogares, cerrando nuestras fronteras ha sido la mejor manera para contener el virus.

En mi opinión propia, me ha encantado este tiempo para trabajar en mis cosas, leer los libros que he pospuesto por años, retomar ejercicios físicos que me hacen sentir más fuerte, almorzar con mis padres. Alguien siempre lo tiene peor, y siempre alguien lo tiene mejor; pero en mi caso, tomé jardinería, clases de la teoría de la evolución en línea (porque, ¿Por qué no?) y termino todos mis días con una taza de té y mi perrita escuchando algún álbum que me calma. Somos dichosos de tener nuestra salud y que existen tantas personas luchando por aislar el virus día a día.

Lucía, El Salvador.

Y por último les contaré mi parte de la historia, un ínfimo pedazo más de todas las diferentes situaciones que esta nueva realidad ha creado. Me llamo Carolina, tengo 24 años y soy filóloga inglesa.

Carolina, Madrid: “Miraba a Italia con miedo, hoy es nuestra realidad y hay que afrontarlo”

Yo vi el problema unos días antes de que llegara. No muchos antes si soy sincera. Al principio trataba de ignorarlo, decían que era una gripe con una tasa de mortalidad muy baja y que los medios de comunicación le estaban dando demasiada importancia para “hacer televisión” y me dejé llevar por esas opiniones. Entonces, una noche, antes de dormir, me puse a leer un mensaje publicado en el Facebook de un doctor italiano, quien decía que no entendía la falta de preocupación de la gente de su país, ni de Europa en general. Comparaba la situación que se vivía en su hospital con la guerra, incluso admitía que se usaba el mismo protocolo que en una a la hora de operar y tomar decisiones. Hablaba de un virus que poco tenía que ver con la gripe y de cómo estaba afectando incluso a gente joven. Hablaba también de la falta de personal, de recursos, de tiempo. Hoy todo esto es nuestra realidad diaria, en ese momento me dio miedo. Me pareció impensable. Exactamente de la misma manera que al principio las cifras de muertos en Italia me impactaban, me afectaban, me dolían, y ahora son la realidad de mi país y tengo que aceptarla y no dejar que ello pueda conmigo. Creo que es humano separarse de la realidad cuando es demasiado dura, y ahora mismo lo único que podemos hacer es quedarnos en casa y hacer de este tiempo lo mejor. Los sanitarios ya se encargan de que las víctimas sean las menos posibles, nosotros solo podemos hacer de esta nueva realidad una experiencia que nos guste recordar en el futuro. A mí nunca me ha gustado quedarme en casa, pero reconozco que sí llevaba un tiempo saturada del trabajo. Me encuentro en el primer año de mi vida en el que no estoy estudiando, y tengo muchas decisiones que tomar sobre mi futuro. Quizás este tiempo sea lo que todo joven necesita para sentarse a plantearse quién es, qué quiere y quién quiere ser mañana. Está claro que no podemos decidir si quedarnos en casa o no, pero sí podemos decidir en qué queremos invertir este tiempo, yo os animo a que deis lo mejor de vosotros mismos. Mientras tanto, el mundo sigue y se va curando, nos vamos curando.

Carolina García Bustos, Madrid, autora del reportaje.

Nos despedimos esperando que todas estas realidades les ayuden a entender que esto nos afecta a todos, no hay nadie que se haya escapado de esta situación, casi en ningún rincón del planeta. Además nos gustaría que pudieran empatizar con otras perspectivas o maneras de entender la vida, ya sea porque se parecen a las suyas o porque realmente no tienen nada que ver y les han dado un nuevo enfoque, que quizás les haya hecho aprender algo y les haya transportado a lugares distintos, con personas distintas, pero con un reto común.

Comentarios  

#1 Javi 31-03-2020 10:59
Enhorabuena Carolina por este gran artículo, con tan amplia diversidad de puntos de vista, de lugares distintos, culturas diversas, puntos de vista, cualidades profesionales y personales, etc. Todo ello muy bien redactado y organizado, con correcta distribución de información y coordinación de diversidad de ideas historias personales y mentalidades, para llegar a una conclusión ineludible. Nos debemos quedar en casa

Congratulations Carolina!!!!!! You are amazing
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