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18 de diciembre

 Es la fecha conmemorativa del Día Internacional de las Personas Migrantes, y un año más, vuelve a pasar casi que en silencio. En el escenario actual donde se cultiva y propaga el odio, resulta impopular abogar por el cumplimiento de derechos humanos y celebrar la aportación que hacen millones de personas de diversas nacionalidades a sus países de acogida.

En Lanzarote y Canarias hoy sería imposible entender el funcionamiento de la industria turística, hoteles, bares, restaurantes y otros servicios, sin la fuerza de trabajo de mujeres y hombres inmigrantes, sin ellos y ellas, habría que cerrar muchos de estos negocios, sin embargo, ni representantes públicos, salvo algunas excepciones, ni las patronales turísticas ni la mayoría de partidos políticos se atreven a reconocerlo públicamente.

Mientras el bolsillo del capital turístico sigue engordando, sin que esa riqueza la veamos reflejada en la calidad de vida de trabajadoras y trabajadores en general, nativos y extranjeros, a los que les cuesta llegar a fin de mes, mientras las estadísticas demuestran el trabajo vital de personas de origen latino o africano en la atención sociosanitaria de seres humanos mayores y dependientes, la inmigración en España, USA, y en una lista creciente de países, está siendo utilizada como arma arrojadiza de odio con vulgares fines electoralistas.

A ver quién es el guapo o guapa que garantiza que mandar a la calle a trabajadores y trabajadoras inmigrantes y echarlos del país soluciona el problema y asegura abundancia de bienestar patriota. Para empezar, preguntemos a las comunidades autónomas que gestionan la sanidad pública o a la sanidad privada si necesitan o no a los profesionales extranjeros que tienen en nómina,  preguntemos al tejido empresarial, preguntemos a los bancos y entidades financieras que entre su cartera de clientes tienen un buen número de “desalmados” que vienen a “robar” a tierra ajena.

Las ONGs nos recuerdan la necesidad de contar con sistemas migratorios más seguros, inclusivos y justos. Todavía no tenemos el balance del presente ejercicio, pero en 2024 se contabilizaron 10.475 muertos en las rutas marítimas de acceso a España.

Naciones Unidas reclama políticas más inteligentes, cooperación más sólida y compromiso verdadero para lograr que la migración funcione para todas y todos. Las guerras y conflictos no van a cesar, el expolio de recursos naturales de países ricos a países pobres tampoco, las catástrofes climáticas seguirán castigando mucho más a naciones vulnerables o mal llamadas en vía de desarrollo, aumenta la presión económica y con ella la lucha natural por la supervivencia, así que siempre habrá factores que empujen a millones de personas en el mundo a salir de sus territorios. Está probado que la política reaccionaria de cañonazos no es la solución, por mucho que la derecha y derecha ultra española quieran vender esa idea.

En 2024 hubo récord de desplazamientos, subieron las demandas humanitarias y la estadística de muertes alcanzó su pico más sobrecogedor, y aunque la veamos como un número más, como lo que somos todos y todas, inmigrantes y no inmigrantes, detrás hay muchas historias anónimas ejemplarizantes. Necesitamos una inmigración mejor gestionada y sin la hipocresía del vasallaje por posiciones de poder.

Negar la incidencia de las personas migrantes en el mercado del trabajo, que están resolviendo la escasez de mano de obra, dar la espalda al consumo de individuos y familias, a su impacto en la economía empresarial, o hacerse el sueco con el envejecimiento de la población nativa, es engañar a la población.

La celebración este año del Día Internacional de las Personas Migrantes divulgó el eslogan ‘Mi gran historia: culturas y desarrollo’. Destaca la movilidad humana como factor de crecimiento y enriquecimiento de las sociedades y el apoyo muto entre ellas.  “La migración sigue configurando las economías, las comunidades y el desarrollo mundial”. Gracias a las personas inmigrantes por enriquecernos además con la diversidad de su patrimonio cultural.

 

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