Año 1312. De las olas del mar apareció el primer trozo del "Nuevo Mundo": el Archipiélago Canario y sus gentes
Durante gran parte de nuestra historia, los mares y océanos han constituido las principales rutas de intercambio y comunicación a grandes distancias entre los pueblos, las rutas primarias no sólo para la exploración, la conquista y el comercio, sino también para la difusión de costumbres y religiones. Al rastrear la circulación del hombre a lo largo de las costas y a través de las mayores extensiones de agua del planeta, nos damos cuenta de que las rutas marítimas han sido mucho más importantes que las terrestres como motor del desarrollo de las civilizaciones. El primer ejemplo maravilloso de lo que acabamos de decir nos lo proporciona el viaje oceánico hacia lo desconocido emprendido por el navegante italiano Lanzarotto Malocello, quien en 1312, partiendo de Génova o Varazze, desembarcó en la isla de Lanzarote después de haber pasado las Columnas de Hércules. Probablemente utilizó galeras para el viaje atlántico porque eran los barcos más adecuados para la navegación oceánica, dadas sus grandes velas y sus abundantes bodegas. Sin embargo, la vida a bordo no era fácil debido a los espacios limitados y a la falta de higiene: el escorbuto estaba muy extendido y sólo a principios del siglo XVII se empezó a empacar limones para el largo viaje. Además, también había que lidiar con el comportamiento a veces grosero y grosero de los marineros. Para combatir diversos comportamientos que no se ajustaban exactamente a las pautas a seguir a bordo, muchas veces se imponía la disciplina por la fuerza. Los dos únicos oficiales a bordo, el capitán y el piloto, eran los responsables de ello. Debido a esta férrea disciplina, los casos de motín eran frecuentes y, en casos extremos, eran los oficiales los que eran eliminados y arrojados al mar.
- Escrito por Alfonso Licata*