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Los funcionarios y otros trabajadores de prisiones en Lanzarote estaban preparados para vacunarse al ser incluidos entre los colectivos prioritarios por el Ministerio de Sanidad.

Algunos se mostraron ayer contrariados con la permanencia de Lanzarote y La Graciosa, una semana más, en el nivel máximo de alerta sanitaria. Posiblemente algunos de ellos tengan razones más que justificadas para desear una rápida vuelta, aunque escalonada, a la normalidad. En realidad, todos deseamos ese regreso a la normalidad. Lo que nos diferencia a unos de otros, es que a unos les basta con la decisión, sin mirar los riesgos, y a otros nos preocupa el estado real de la pandemia en Lanzarote y nuestra capacidad para responder con garantías.

El alcalde más veterano de Lanzarote, Jesús Machín, que preside la corporación de Tinajo desde hace más de 20 años, vivió la semana pasada su particular semana de crucifixión al sufrir un accidente con su vehículo el pasado martes y dar positivo en el control de alcoholemia. A Suso, más que las magalladuras y el ego herido de piloto experimentado, lo que más le preocupaba era la incidencia que “un error que no se volverá a repetir” pudiera tener en su vida política.

Cuando ya todos dábamos por hecho que se habían respetado las normas sanitarias y que las villas y las fiestas de carnaval no se habían encontrado en estos días de máximo nivel de alerta por la pandemia, aparece esta noticia.

La situación de la pandemia en Lanzarote es preocupante, especialmente porque muchos decidieron celebrar la Navidad sin tener en cuenta las restricciones impuestas por las normas sanitarias. ¿Después de miles de contagios, 16 muertes, y decenas de ingresos hospitalarios, la gente volvería actuar de la misma manera? Pues los rumores advierten de que hay muchos dispuestos a caer en el mismo error. Y como la Navidad ya pasó están dispuestos a agarrarse a la excusa de “salvar el carnaval” para llevarnos otra vez a la lamentable situación de la intentamos salir con mucho esfuerzo. Son varias las personas que apuntan indicios preocupantes. Por un lado, avisan de que hay comercios que no paran de vender disfraces y, por otro, que se están reservando muchas villas turísticas para esos días. Blanco y en botella…

Los mismos que apostaban por un confinamiento total son los que, ante una pequeña reducción de los casos activos de covid-19, ya muestran desespero porque se baje de nivel de alerta, se aumente la movilidad y reduzcan las restricciones.

Según los datos facilitados por la Consejería de Sanidad, 28.271 pasajeros residentes canarios dieron 428 positivos (302 positivos en origen y 126 al llegar al destino), la gran mayoría detectados con PCR. En cambio, los 112.442 pasajeros nacionales no residentes apenas dieron 20 positivos, 10 por PCR  otros 10 por test de antígenos. Viajaron a Canarias desde el resto del Estado cuatro veces más no residentes que residentes y en cambio hay veinte veces menos contagios en los no canarios.

La presión hospitalaria de esta tercera ola del coronavirus está siendo mucho mayor que en cualquier etapa anterior.

Encuadrados en la Operación “Misión Baluarte”, los rastreadores militares de las Fuerzas Armadas cumplen cuatro meses de trabajo bajo la coordinación del Mando Componente Terrestre, desplegados actualmente en cuatro de las islas. Hoy, jueves 28 de enero, se cumple el cuarto mes del inicio de las labores de rastreo por parte de la Unidad de Vigilancia Epidemiológica (UVe) "Canarias", la cual integra rastreadores militares de los tres Ejércitos y que en la actualidad desempeñan una importante labor desplegados en cuatro islas, concretamente en Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote.

Hay personas que no dan crédito de lo que hacen otras personas. Ayer, en la Avenida de Playa Honda, una sanitaria cansada de la presión de trabajo que da esta tercera ola de la covid-19 en Lanzarote no salía de su asombro. Cuando la gravísima situación está llevando al colapso al sistema sanitario en la isla, con el riesgo que ello lleva para los enfermos, algunos no se ponen ni bien la mascarilla (que sí, la nariz va por dentro)  y otros simplemente aprovechan echarse una cerveza en una terraza para estar toda la tarde sin ella. Y lo peor de todo es que se lo dices y se enfadan. O los que están sentados en una terraza sin mascarilla y ven llegar a la policía y se la ponen y desde que los agentes se dan media vuelta se la vuelven a quitar.