
Desde los años 80 del siglo pasado, cuando emergió con fuerza la organización de la lucha canaria a través de la recién creada Federación de Lucha Canaria y sus seis satélites insulares, los aficionados y estudiosos de este deporte ancestral canario soñamos con una liga regional donde estuviera lo mejor de nuestro deporte, luchadores y técnicas. En aquellos momentos, había grandes luchadores en casi todas las islas, con una vocación casi irrefrenable por llevar al contrario a la arena. A pesar de todo, el inicio de esta fase organizativa no estuvo libre de polémicas y enfrentamientos baldíos. Tampoco faltaron las broncas asambleas a cara de perro donde la unificación de un montón de cosas conllevaba sacrificios de unos y otros: el Reglamento Unificado es una herencia de aquellos encuentros y desencuentros. Hoy parecería absurdo no tener el mismo reglamento en Lanzarote y en Tenerife. Pero no siempre fue así. Ni tan siquiera las sillas se sacaban igual: en la provincia occidental eran dos y los luchadores se enfrentaban de forma consecutiva hasta quedar eliminados. En la oriental, eran tres sillas y el sistema alterno, como ahora. Fue una victoria que tardó en cuajar y necesitó de un Antonio Cano exhausto en el pabellón de Miraflores, en La Palma, para ablandar corazones. En esa luchada, como en tantas otras, estuve presente.